Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

ECOS DE FÁTIMA 14

CONSAGRACIÓN A SU INMACULADO CORAZÓN

Una parte del mensaje de Fátima era el deseo de la Virgen de que se consagrara el mundo a su Inmaculado Corazón. ¿Dónde iba a estar más seguro el mundo? ¿Dónde vamos a estar nosotros mejor defendidos y amparados? Esta Consagración “significa acercarnos, por intercesión de la Madre, a la misma fuente de la Vida, que brotó en el Gólgota. Este manantial corre ininterrumpidamente, brotando de él la Redención y la gracia. Se realiza continuamente en él la reparación por los pecados del mundo. Este manantial es fuente incesante de vida nueva y de santidad”. (JUAN PABLO II, Homilía en Fátima)

Pío XII (cuya consagración episcopal había sido precisamente el 13 de mayo de 1917, el día de la primera aparición) consagró al Inmaculado Corazón de María el género humano y, especialmente, los pueblos de Rusia. (31-X-1942)

Juan Pablo II ha querido renovarla, y a ella nos podemos unir nosotros: “¡Oh Madre de los hombres y de los pueblos, tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, como movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón, y abraza con el amor de la Madre y de la Sierva este nuestro mundo, que ponemos bajo tu confianza y te consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De manera especial ponemos bajo tu confianza y te consagramos aquellos hombres y naciones que necesitan especialmente esta consagración. ¡Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios! ¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades! ¡No deseches! ¡Acoge nuestra humilde confianza y entrega!”. (JUAN PABLO II, Consagración a la Virgen de Fátima, 13-V-1982)

Nuestra Madre, siempre atenta a lo que le pedimos, nos dejará que encontremos refugio y amparo en su Purísimo Corazón.

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