Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

Reina y Madre de los Sacerdotes



Ofrecimiento y Consagración al
Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María

Madre Inmaculada,
en este lugar de gracia,
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.
Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada (cfr. Jn 15, 5)
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.

Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre Ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel que hace nuevas todas las cosas.

Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra. (cfr. Mt 5, 13-14).
Ayúdanos, con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.
Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas consagradas a ti
y que son para nosotros auténticas madres espirituales.

Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro « aquí estoy ».
Guiados por ti,
queremos ser Apóstoles de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.

Abogada y Mediadora de la gracia,
tú que estás unida a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.
Repite al Señor esa eficaz palabra tuya:
«no les queda vino » (Jn 2, 3),
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.

Lleno de admiración y de gratitud por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
«¿quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor? » (Lc 1, 43).

Madre nuestra desde siempre,
no te canses de « visitarnos »,
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros que nos acechan.

Con este acto de ofrecimiento y consagración,
queremos acogerte de un modo más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.

Que tu presencia haga reverdecer el desierto de nuestras soledades
y brillar el sol en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.

Así sea.

... Adveniat per Mariam !!

Oh Dios, que en tu providencia estableciste
que la Madre permaneciera fiel
junto a la Cruz de tu hijo,
para dar cumplimiento a las antiguas figuras,
y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza.
Ella es la Virgen Santa
que resplandece como nueva Eva,
para que así como una mujer contribuyó a la muerte
así también la mujer contribuyera a la vida.
Ella es el modelo de la Iglesia Esposa que,
como Virgen intrépida,
sin temer a las amenzas
ni quebrantarse en las persecuciones,
guarda íntegra la fidelidad prometida al Esposo.
Ella, que por obra del Espíritu Santo
fue Madre de Cristo,
por un nuevo don de tu bondad compartió su pasión,
y los dolores que no sufrió al darlo a luz,
los padeció, inmensos, al hacernos renacer en ti.
Concédenos, a quienes en esta noche
hemos acompañado la Cruz de Cristo,
vivir como testigos de tu amor,
plenamente manifestado en este signo
que une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino.
Te lo pedimos por Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro, que, al extender sus brazos en la Cruz,
trazó el signo indeleble de tu alianza,
y vive y reina por los siglos de los siglos.

(De la Liturgia Hispana)

Mes de María sacerdotal


Comienza el mes de mayo, sentimos la necesidad de este mes de mayo, este mes tuyo Madre, este mes en el que te honraremos, en el que pensaremos en Ti, en el que nos confiaremos a tu protección. El mes de mayo, Madre, tu mes.

Todos, necesitamos de este mes, aquellos que son piadosos, para que lo sean más. Aquellos que son superficiales, para que profundicen en las razones de la fe, aquellos que en cambio están lejos de ti y de tu Hijo Jesús, para que sientan la necesidad de volver a Ti .

Bienvenido Madre este mes tuyo que emprendemos con fervor, entraremos en tu Corazón Inmaculado, y Tú nos darás tantas cosas...

4 puntos para vivirlo :

- Cada día un propósito para poner en práctica durante la jornada y una petición.

- Encomendar a los sacerdotes que cada uno quiera presentar a la Virgen en este mes.

- Compromiso de visitar un Santuario de la Virgen o una Iglesia dedicada a Ella, rezando el rosario por todos los sacerdotes y seminaristas del mundo.

- Tengamos un lugar especial en nuestro hogar para nuestra Madre, cada día una pequeña y sencilla flor que acompañe su imagen , una vela encendida cuando recemos ante ella, una inclinación de cabeza en algunos momentos que pasemos delante, una jaculatoria, un beso, …¡qué sé yo! cada uno conoce las muestras de cariño puede ofrecerle. Hagámonos pequeños, seamos verdaderos niños que con amor quieren hacer sonreír a su Madre.


Mater mundi, ora pro nobis


Santa Maria, Vergine delle vergini, madre e figlia del Re di tutti i re, donaci il tuo conforto, perché meritiamo il premio della vita celeste.

Santa Maria, misericordiosissima fra le creature misericordiose, santissima fra le sante, intercedi per noi. Per mezzo tuo, o Vergine, accolga le nostre suppliche Colui che, nato da te per noi, regna ora nei cieli: il suo misericordioso amore cancelli i nostri peccati.

Santa Madre di Dio, che fosti degna di portare nel grembo colui che l'universo non può contenere, cancella con la tua benigna intercessione le nostre colpe, perché, assolti per mezzo tuo, possiamo salire alla dimora della gloria perenne, dove col Figlio regni senza fine.
Sant'Ambrogio di Milano.


“ Al que Dios quiere hacer santo,
le da un GRAN AMOR por la Virgen María”


(S. Luis Mª G. de Montfort)

La Pascua con María

La Pascua es un tiempo eminentemente cristológico. Este tiempo litúrgico nos orienta hacia la presencia y el don de Cristo Resucitado, que llena esplendor de su luz la vida de los cristianos. Nuestra vida, unida a la de Cristo por el Bautismo y la Eucaristía, participa de la Pascua del Señor. Si vivimos con Él, vivimos de Él. La vida del cristiano participa ya de la eternidad en la que Cristo vive y actúa.

Pero no faltan motivos para recordar a María en el tiempo de Pascua y en la espera del Espíritu Santo. Conviene que la espiritualidad de este tiempo esté marcada por su presencia y su ejemplo. Sabemos indirectamente que la Virgen participa de la Pascua de su Hijo, en la alegría de su Resurrección, y como Mujer nueva que ha vivido, como ningún otro, junto al Hombre nuevo, el misterio pascual.

María está presente en Pentecostés, en la oración común (Hch. 1,14), como Madre de Jesús. La iconografía más antigua representa a María en la Ascensión como figura y modelo de la Iglesia. Es, pues, Virgen de la Pascua del Hijo, Iglesia orante de la Ascensión y en la espera del Espíritu, Madre de Jesús y de los discípulos de Cristo en la efusión del Espíritu Santo (LG 59).

La liturgia debe mostrar la potencia de la Pascua de Cristo y el don del Espíritu operante en María. Por otra parte, es deseable que la liturgia pascual, sobre el hilo conductor del dato bíblico (Hch. 1,14), desarrolle culturalmente la relación arcana existente entre el Espíritu, la Iglesia y María.

Durante los cincuenta días que la Iglesia, con alegría y júbilo, celebra el misterio pascual, la liturgia recuerda también a la Madre de Cristo llena de gozo por la Resurrección de Cristo, dedicada a la oración con los apóstoles y esperando confiadamente con ellos el don del Espíritu Santo. La Iglesia por su parte, al ejercer su función maternal, celebrando los sacramentos de la iniciación cristiana –que son los sacramentos pascuales-, reconoce en la Santísima Virgen el modelo de su maternidad y se da cuenta, además, de que en la Madre de Cristo tiene un modelo y una ayuda en el encargo de proclamar el Evangelio que Cristo le encomendó después de resucitar de entre los muertos (Mt. 28, 19-20).

Entre los elementos marianos de la liturgia del tiempo pascual recordamos: el Regina coeli, el Magnificat de Vísperas, rezado en la perspectiva pascual de su composición y de los sentimientos de María después de la Pascua, cuando ya en Cristo se han realizado algunas promesas del Magnificat : ha exaltado a los humildes. Tienen también un tono mariano algunas oraciones de intercesión que aparecen en Vísperas.

La celebración del mes de mayo en honor de María no debe desviar la mirada de esta espiritualidad mariana pascual. La fiesta de la Visitación puede ser contemplada a la luz de Pentecostés, anticipado en María. Se celebra en algunas naciones el lunes después de Pentecostés la fiesta de María, Madre de la Iglesia, con los formularios que ahora se encuentran en el Misal Romano, como misas votivas de la Virgen.

Que Ella nos ayude a vivir santamente la Pascua y, como ella, a esperar en actitud orante la fuerza del Espíritu Defensor.

¡Feliz y santa Pascua en compañía de María!

En camino con María




Oh María, tú que has recorrido

el camino de la cruz junto con tu Hijo,

quebrantada por el dolor en tu corazón de madre,

pero recordando siempre el "fiat"

e íntimamente confiada en que Aquél

para quien nada es imposible cumpliría sus promesas,

suplica para nosotros

y para los hombres de las generaciones futuras

la gracia del abandono en el amor de Dios.

Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la prueba,

por dura y larga que sea, jamás dudemos de su Amor.

A Jesús todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Amén.

(Oración de la IV estación del Via Crucis del año 2000)

Historia de un dogma : “Θεοτόκος”


La maternidad de María es plenamente humana. En la expresión: “Dios envió a su Hijo nacido de una mujer” está resumida la verdad fundamental sobre Jesús como Persona divina quien ha asumido totalmente nuestra naturaleza humana: Él es el Hijo de Dios, es engendrado por Él, y al mismo tiempo es el hijo de una mujer, María. Viene de ella. Procede de Dios y de María. Por eso la Madre de Jesús puede ser y debe ser llamada Madre de Dios, lo que en griego se dice Theotókos.


S.S. Benedicto XVI - Homilía, 31.12.2006

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Aproximadamente en el año 431 d.C. María fue proclamada no sólo "portadora de Cristo" sino "portadora de Dios", (en griego, Theotokos), en un concilio celebrado en Éfeso y presidido por Cirilo de Alejandría. Más tarde se repetiría en el Concilio de Calcedonia (año 451) y el segundo de Constantinopla (año 553).

¿Qué había sucedido?

La posición de María ya era, en este siglo IV, una cuestión obviamente preocupante :

Epifanio, un padre de la Iglesia, había hecho una distinción precisa : "Que María sea honrada, pero que el Padre, el Hijo y el Espíritu sean adorados".

En el primer concilio de Constantinopla del siglo IV la maternidad virginal de María había sido proclamada como una manera de asegurar la divinidad de Cristo: el dogma llamaba la atención sobre la suspensión de las leyes naturales en el momento de su encarnación.

Su formulación —basada en los conceptos naturaleza / persona— hay que inscribirla en la filosofía helenista que dominaba entonces la Cristiandad.

La instalación del dogma fue precedida de una disputa violenta a comienzos del siglo V entre el patriarca de Alejandría, Cirilo, y el patriarca de Constantinopla, Nestorio.

Cirilo proponía la fórmula “Theotokos” (Madre de Dios)

Nestorio proponía la de “Christotokos” (Madre de Cristo, es decir, del Jesús humano y mortal), este planteamiento resaltaba que Cristo poseía dos naturalezas, una humana y una divina; esto significaba que María llevó a Cristo en su vientre, pero no pudo haber llevado a Dios :

“Y ¿cómo podría Dios tener una madre? Nadie puede dar a luz a alguien más viejo que él mismo. Pero Dios es más viejo que María… Pero si Dios tiene una madre, entonces el pagano no merece realmente reproche alguno cuando habla de las madres de los dioses. Y Pablo sería un embustero cuando determina que la divinidad de Cristo “carece de padre y de madre” y de genealogía. Querido amigo, María no ha alumbrado a la divinidad [..]. el ente creado no es madre del increado [...]. La criatura no ha alumbrado al creador, sino al hombre, que fue instrumento de la divinidad [...]”

Los obispos de Siria estuvieron de acuerdo con Nestorio, pero no así Cirilo, patriarca de Alejandría. Se decidió entonces celebrar un concilio en Éfeso para discutir esta cuestión. Pero Cirilo declaró el concilio abierto antes de que se presentasen los obispos sirios e inmediatamente excomulgó a Nestorio, a quien no acompañaba nadie que pudiese defender su causa. Éste fue el dudoso y muy humano fundamento de un dogma que nunca más se pondría en duda.

Finalmente se adoptó como dogma la doctrina propuesta por Cirilo, se le concedió a María el título de Madre de Dios, y los nestorianos fueron condenados como herejes. En Éfeso y en Calcedonia ganaron los alejandrinos.

El Concilio de Éfeso formuló así el dogma : "Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona la Santísima Trinidad. María no es sólo madre de la naturaleza, del cuerpo, sino también de la persona, quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona , así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es ambos, Dios y hombre. Entonces, Ella es la Madre de Dios."

Por otra parte, es curiosa la "coincidencia" de que este dogma se proclamara en Éfeso, ciudad que fue centro del culto a la Gran Madre de las religiones ancestrales, del culto a la diosa frigia Cibeles, diosa de la Madre Tierra, adorada en Anatolia desde tiempos del Neolítico; y del culto a la diosa Artemisa, diosa de la caza (Diana para los romanos), una diosa también virgen y también intercesora ante los dioses.
 
Santa María, MADRE DE DIOS,
ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén