Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

1) María es la Madre de Dios.

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¡Tantas veces lo hemos escuchado y lo rezamos cada día que tal vez ya nos hemos acostumbrado! Debido a nuestra educación y al ambiente en el que vivimos, tal vez ya no nos impresiona ni nos dice nada –como sucede, tristemente, con tantas otras verdades y misterios de nuestra fe—. A fuerza de repetir las cosas, nos hemos arrutinado e insensibilizado.

Pero no era así para los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia. Les parecía algo increíble, inaudito y –si me permiten la expresión— algo apoteósico. ¿Cómo era posible que una criatura humana pudiera ser la madre del Dios infinito y omnipotente? Eso sólo cabía en los mitos paganos y en los círculos heréticos de la religión politeísta. Y tanto era así que insignes teólogos de entonces se opusieron rotundamente a esta afirmación. Y cuando no aceptaron la doctrina de la Iglesia, se convirtieron en “herejes”: Arrio, Nestorio y otros.

¡María Santísima es realmente la Madre de Dios!

Así lo había revelado Dios mismo en la Sagrada Escritura y lo ratificaban los Santos Padres y los Concilios de la Iglesia. Fue en Éfeso, el año 431, cuando se proclamó solemnemente a María como la “Theotókos”, la que engendró a Dios.

Y después de once siglos exactos, el año 1531, María de Guadalupe se aparecía en México al indio Juan Diego, diciéndole: “Juanito, el más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”.

María ha engendrado al Hijo de Dios y Dios ha nacido de las entrañas purísimas de María porque Él así lo ha querido. El Verbo se hizo carne en María y así pudo habitar entre nosotros, para redimirnos y realizar el plan de salvación. Gracias a ella, Dios ha podido hacer nuevas todas las cosas.

Como afirma bellamente san Anselmo: “Dios, a su Hijo, el único engendrado de su seno igual a sí, al que amaba como a sí mismo, lo dio a María; y de María se hizo un hijo, no distinto, sino el mismo, de suerte que por naturaleza fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María. Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. Dios lo creó todo, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y así rehizo todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María. Por eso, Dios es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de la creación y María es madre de la universal restauración”.

La más tierna de las madres y la más poderosa de las reinas

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El sacerdote y escritor español José Luis Martín Descalzo narra en una de sus obras:

"Recuerdo que hace ya muchos años, me encontraba desayunando en la cafetería de un hotel de Roma. Se me acercó una chica japonesa, y me preguntó si yo era sacerdote. Le respondí que sí, y entonces me dijo a bocajarro:

–“¿Podría usted explicarme quién es la Virgen María?”.

Sus palabras me sorprendieron tanto que sólo supe responder:

–“¿Por qué me hace esa pregunta?”.

Y aún recuerdo sus ojos tan conmovidos cuando me explicó:

–“Es que ayer oí rezar por primera vez el Avemaría, y no sé por qué me he pasado toda la noche llorando”.

Y entonces tuve que explicarle que también yo necesitaría pasarme muchas noches llorando para poder responder a esa pregunta...".

Y para ti, querido amigo, ¿quién es la Virgen María?...

2) Y María, por ser la Madre de Dios, es también todopoderosa como Medianera

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San Bernardo y los Santos Padres solían llamarla “Omnipotentia supplex”, la Omnipotencia suplicante. Porque es la más poderosa de las reinas y la más eficaz de las intercesoras.

En Caná arrancó a su Hijo el primer milagro “cuando aún no había llegado su hora”. Y puede hacer siempre lo mismo, si acudimos a ella con fe, con confianza y amor filiales, pues una madre no niega nada a un hijo.

Los siglos XV y XVI fueron una gravísima amenaza para la cristiandad. Los turcos arrasaban Europa con la pretensión de conquistarla para el Islam (hoy también se cierne un peligro no muy diferente). Y entonces el Papa Pío V armó a la Iglesia con el santo Rosario para la defensa de la civilización cristiana.

El 7 de octubre de 1571 la flota cristiana presentó batalla a los turcos en Lepanto. La victoria fue clamorosa. Por eso el sultán Solimán decía: "Le tengo más miedo a las oraciones del Papa que a los ejércitos europeos". ¡A las oraciones a María Santísima!

Fátima, Lourdes, persecución de la Iglesia en el siglo XX y XXI... Las cosas no han cambiado demasiado. Y María sigue siendo hoy y siempre el “Auxilio de los cristianos”.

3) María es también mi Madre

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Entonces, con María, ¡estamos seguros, somos poderosos!
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San Estanislao de Kotska solía repetir, lleno de ternura y emoción: “¡La Madre de Dios es también mi madre!”.
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Y en esta expresión encerraba toda su relación íntima, personal y afectiva con María Santísima. Un amor mutuo que enlazaba ambos corazones y en él se sentía acogido y protegido.
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Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sobra? ¿No estás por ventura, en mi regazo?”
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Ya sabemos de quién son estas palabras.
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¡Todos necesitamos de una madre, necesitamos de María! Sobre todo en los momentos difíciles de la vida, en la aflicción, en la soledad, en la tribulación. Ella nos consolará, nos confortará, nos acompañará en el camino de la vida hasta llegar al cielo, a la presencia adorable de su bendito Hijo.
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Por eso, en este día en que iniciamos el Año nuevo y en el que celebramos la solemnidad de la Madre de Dios, acudamos a nuestra Madre santísima, postrémonos ante ella, acojámonos en su regazo maternal y, con todo el afecto de nuestro corazón, consagrémosle todo nuestro ser.
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¡Ella es la más tierna de las madres y la más poderosa de las reinas!
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Con ella todo lo podemos. Pidámosle con todas las veras de nuestra alma lo que traigamos en lo más íntimo de nuestro corazón y ella nos lo concederá.
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Y ojalá que nosotros también podamos decir, como el Papa Juan Pablo II:

“Totus tuus, Maria, ego sum!”,

“Todo tuyo, María, yo soy!”.

La serpiente y el Ave María

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Sueño de San Juan Bosco en el año 1.862

San Juan Bosco tuvo una nueva prueba de los continuos asaltos promovidos por el demonio contra las almas, de los perjuicios que ocasiona, de la necesidad de emplearse en continuas batallas para rechazarlo y arrancarle sus víctimas.
Un centenar de alumnos habían regresado de casa para prepararse, después de los exámenes de recuperación, al nuevo curso escolar. El 20 de agosto de 1862, después de rezar las oraciones de la noche y de dar algunos avisos relacionados con el orden de la casa, el buen padre dijo:
Quiero contaros un sueño que tuve hace algunas noches (Tal vez se trata de la noche precedente a la festividad de la Asunción) :
Soñé que me encontraba en compañía de todos los jóvenes en Castelnuovo de Asti, en casa de mi hermano. Mientras todos hacían recreo, viene hacia mí un desconocido y me invita a acompañarle. Le seguí y me condujo a un prado próximo al patio y allí me indicó entre la hierba una enorme serpiente de siete u ocho metros de longitud y de un grosor extraordinario. Horrorizado al contemplarla, quise huir.
—No, no, —me dijo mi acompañante—; no huya; venga conmigo.
—¡Ah!, —exclamé—, no soy tan necio como para exponerme a tal peligro.
—Entonces —continuó mi acompañante—, aguarde aquí.
Y seguidamente fue en busca de una cuerda y con ella en la mano volvió nuevamente junto a mí y me dijo:
—Tome esta cuerda por una punta y sujétela bien; yo cogeré el otro extremo y me pondré en la parte opuesta ya sí la mantendremos suspendida sobre la serpiente.
—¿Y después?
—Después se la dejaremos caer sobre la espina dorsal.
—¡Ah! No; por caridad. Pues ¡ay de nosotros si lo hacemos! La serpiente saltará enfurecida y nos despedazará.
—No, no; déjeme a mi —añadió el desconocido—, yo sé lo que me hago.
—De ninguna manera; no quiero hacer una experiencia que me puede costar la vida.
Y ya me disponía a huir, cuando el hombre insistió de nuevo, asegurándome que no había nada que temer; y tanto me dijo que me quedé donde estaba dispuesto a hacer lo que me decía.
Él, entre tanto, pasó del lado de allá del monstruo, levantó la cuerda y con ella dio un latigazo sobre el lomo del animal. La serpiente dio un salto volviendo la cabeza hacia atrás para morder al objeto que la había herido, pero en lugar de clavar los dientes en la cuerda, quedó enlazada en ella mediante un nudo corredizo.
Entonces el desconocido me gritó:
—Sujete bien la cuerda, sujétela bien, que no se le escape.
Y corrió a un peral que había allí cerca y ató a su tronco el extremo que tenía en la mano; corrió después hacia mí, cogió la otra punta y fue a amarrarla a la reja de una ventana. Entre tanto la serpiente se agitaba, movía sus espirales y daba tales golpes con la cabeza y con sus anillas en el suelo, que sus carnes se rompían saltando en pedazos a gran distancia.
Así continuó mientras tuvo vida; y una vez que hubo muerto, sólo quedó de ella el esqueleto pelado y mondado.
Entonces, aquel mismo hombre desató la cuerda del árbol y de la ventana, formó con ella un ovillo y me dijo:
— ¡Preste atención!
Metió la cuerda en una cajita, la cerró y después de unos momentos la abrió. Los jóvenes habían acudido a mi alrededor. Miramos el interior de la caja y nos quedamos maravillados. La cuerda estaba dispuesta de tal manera, que formaba las palabras: ¡Ave María!
—Pero ¿Cómo es posible?, —dije.
—Tú metiste la cuerda en la cajita a la buena de Dios y ahora aparece de esa manera.
—Mira —dijo el— : la serpiente representa al demonio y la cuerda el Ave María, o mejor, el Rosario, que es una serie de Avemarías con la cual y con las cuales se puede derribar, vencer, destruir a todos los demonios del infierno.

Homenaje a la Inmaculada en la Pza. de España (Discurso de S.S. Benedicto XVI)

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Queridos hermanos y hermanas:

Hace casi tres meses, tuve la alegría de ir en peregrinación a Lourdes, con ocasión del 150° aniversario de la histórica aparición de la Virgen María a santa Bernardita. Las celebraciones de este singular aniversario se concluyen precisamente hoy, solemnidad de la Inmaculada Concepción, porque la "hermosa Señora" —como la llamaba Bernardita—, mostrándose a ella por última vez en la gruta de Massabielle, reveló su nombre diciendo: "Yo soy la Inmaculada Concepción". Lo dijo en el idioma local, y la pequeña vidente refirió a su párroco esa expresión, para ella desconocida e incomprensible.

"Inmaculada Concepción": también nosotros repetimos hoy con conmoción ese nombre misterioso. Lo repetimos aquí, al pie de este monumento en el corazón de Roma; e innumerables hermanos y hermanas nuestros hacen lo mismo en otros muchos lugares del mundo, santuarios y capillas, así como en las casas de familias cristianas. Donde hay una comunidad católica, allí se venera hoy a la Virgen con este nombre estupendo y maravilloso: Inmaculada Concepción.

Ciertamente, la convicción sobre la inmaculada concepción de María existía ya muchos siglos antes de las apariciones de Lourdes, pero estas llegaron como un sello celestial después de que mi venerado predecesor el beato Pío ix definiera el dogma, el 8 de diciembre de 1854. En la fiesta de hoy, tan arraigada en el pueblo cristiano, esta expresión brota del corazón y aflora a los labios como el nombre de nuestra Madre celestial. Como un hijo alza los ojos al rostro de su mamá y, viéndolo sonriente, olvida todo miedo y todo dolor, así nosotros, volviendo la mirada a María, reconocemos en ella la "sonrisa de Dios", el reflejo inmaculado de la luz divina; encontramos en ella nueva esperanza incluso en medio de los problemas y los dramas del mundo.

Es tradición que el Papa se una al homenaje que rinde la ciudad trayendo a María una cesta de rosas. Estas flores indican nuestro amor y nuestra devoción: el amor y la devoción del Papa, de la Iglesia de Roma y de los habitantes de esta ciudad, que se sienten espiritualmente hijos de la Virgen María. Simbólicamente, las rosas pueden expresar cuanto de bello y de bueno hemos realizado durante el año, porque en esta cita ya tradicional quisiéramos ofrecerlo todo a nuestra Madre, convencidos de que nada podríamos haber hecho sin su protección y sin las gracias que diariamente nos obtiene de Dios. Pero —como suele decirse— no hay rosa sin espinas, y en los tallos de estas estupendas rosas blancas tampoco faltan las espinas, que para nosotros representan las dificultades, los sufrimientos, los males que han marcado y marcan también la vida de las personas y de nuestras comunidades. A la Madre se presentan las alegrías, pero se le confían también las preocupaciones, seguros de encontrar en ella fortaleza para no abatirse y apoyo para seguir adelante.

¡Oh Virgen Inmaculada, en este momento quisiera confiarte especialmente a los "pequeños" de nuestra ciudad: ante todo a los niños, y especialmente a los que están gravemente enfermos; a los muchachos pobres y a los que sufren las consecuencias de situaciones familiares duras! Vela sobre ellos y haz que sientan, en el afecto y la ayuda de quienes están a su lado, el calor del amor de Dios. Te encomiendo, oh María, a los ancianos solos, a los enfermos, a los inmigrantes que encuentran dificultad para integrarse, a las familias que luchan por cuadrar sus cuentas y a las personas que no encuentran trabajo o que han perdido un puesto de trabajo indispensable para seguir adelante. Enséñanos, María, a ser solidarios con quienes pasan dificultades, a colmar las desigualdades sociales cada vez más grandes; ayúdanos a cultivar un sentido más vivo del bien común, del respeto a lo que es público; impúlsanos a sentir la ciudad —y de modo especial nuestra ciudad de Roma— como patrimonio de todos, y a hacer cada uno, con conciencia y empeño, nuestra parte para construir una sociedad más justa y solidaria.

¡Oh Madre Inmaculada, que eres para todos signo de segura esperanza y de consuelo, haz que nos dejemos atraer por tu pureza inmaculada! Tu belleza —Tota pulchra, cantamos hoy— nos garantiza que es posible la victoria del amor; más aún, que es cierta; nos asegura que la gracia es más fuerte que el pecado y que, por tanto, es posible el rescate de cualquier esclavitud. Sí, ¡oh María!, tu nos ayudas a creer con más confianza en el bien, a apostar por la gratuidad, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad; nos estimulas a permanecer despiertos, a no caer en la tentación de evasiones fáciles, a afrontar con valor y responsabilidad la realidad, con sus problemas. Así lo hiciste tú, joven llamada a arriesgarlo todo por la Palabra del Señor.

Sé madre amorosa para nuestros jóvenes, para que tengan el valor de ser "centinelas de la mañana", y da esta virtud a todos los cristianos para que sean alma del mundo en esta época no fácil de la historia.

Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, Salus Populi Romani, ruega por nosotros.

La preservó de mancha... (Benedicto XVI)

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SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN (Ángelus)

"Queridos hermanos y hermanas:

El misterio de la Inmaculada Concepción de María, que hoy celebramos solemnemente, nos recuerda dos verdades fundamentales de nuestra fe: ante todo el pecado original y, después, la victoria de la gracia de Cristo sobre él, victoria que resplandece de modo sublime en María santísima. Por desgracia, la existencia de lo que la Iglesia llama "pecado original" es de una evidencia aplastante: basta mirar nuestro entorno y sobre todo dentro de nosotros mismos. En efecto, la experiencia del mal es tan consistente, que se impone por sí misma y suscita en nosotros la pregunta: ¿de dónde procede? Especialmente para un creyente, el interrogante es aún más profundo: si Dios, que es Bondad absoluta, lo ha creado todo, ¿de dónde viene el mal?

Las primeras páginas de la Biblia (Gn 1-3) responden precisamente a esta pregunta fundamental, que interpela a cada generación humana, con el relato de la creación y de la caída de nuestros primeros padres: Dios creó todo para que exista; en particular, creó al hombre a su propia imagen; no creó la muerte, sino que esta entró en el mundo por envidia del diablo (cf. Sb 1, 13-14; 2, 23-24), el cual, rebelándose contra Dios, engañó también a los hombres, induciéndolos a la rebelión. Es el drama de la libertad, que Dios acepta hasta el fondo por amor, pero prometiendo que habrá un hijo de mujer que aplastará la cabeza de la antigua serpiente (Gn 3, 15).


Así pues, desde el principio, el "eterno consejo" —como diría Dante— tiene un "término fijo" (Paraíso, XXXIII, 3): la Mujer predestinada a ser madre del Redentor, madre de Aquel que se humilló hasta el extremo para devolvernos a nuestra dignidad original. Esta Mujer, a los ojos de Dios, tiene desde siempre un rostro y un nombre: "Llena de gracia" (Lc 1, 28), como la llamó el ángel al visitarla en Nazaret. Es la nueva Eva, esposa del nuevo Adán, destinada a ser madre de todos los redimidos. San Andrés de Creta escribió: "La Theotókos María, el refugio común de todos los cristianos, fue la primera en ser liberada de la primitiva caída de nuestros primeros padres" (Homilía IV sobre la Navidad, PG 97, 880 A). Y la liturgia de hoy afirma que Dios "preparó una digna morada para su Hijo y, en previsión de su muerte, la preservó de toda mancha de pecado" (Oración Colecta).


Queridos hermanos, en María Inmaculada contemplamos el reflejo de la Belleza que salva al mundo: la belleza de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. En María esta belleza es totalmente pura, humilde, sin soberbia ni presunción. Así se mostró la Virgen a santa Bernardita, hace 150 años, en Lourdes, y así se la venera en numerosos santuarios. Hoy, por la tarde, siguiendo la tradición, también yo le rendiré homenaje ante el monumento dedicado a ella en la plaza de España. Invoquemos ahora con confianza a la Virgen Inmaculada, repitiendo con el Ángelus las palabras del Evangelio, que la liturgia de hoy propone para nuestra meditación".

Discurso en Español :

"Confío a la santísima Virgen María, la llena de gracia, los gozos y las preocupaciones de todos los discípulos de su divino Hijo, para que, acogiendo la Palabra de Dios con un corazón generoso y humilde, la pongan en práctica con constancia y sean fieles testigos y misioneros de Jesucristo en todos los ámbitos de la vida."

María, Icono del Adviento (S.S. Benedicto XVI)

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[…] Para la venida de Cristo que podríamos llamar “encarnación espiritual”, el arquetipo es María. Como la Virgen conservó en su corazón al Verbo hecho carne, así cada una de las almas y toda la Iglesia están llamadas en su peregrinación terrena a esperar a Cristo que viene, y a acogerlo con fe y amor siempre renovados. […]

[…] Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. […]

[…] La Virgen María, Madre de Jesús, es icono del Adviento. Invoquémosla para que también a nosotros nos ayude a convertirnos en prolongación de la humanidad para el Señor que viene". […]

[…] Ella, la Virgen Madre, es el "camino" que Dios mismo se preparó para venir al mundo. Con toda su humildad, María camina a la cabeza del nuevo Israel en el éxodo de todo exilio, de toda opresión, de toda esclavitud moral y material, hacia "los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que habita la justicia" (2 P 3, 13). A su intercesión materna encomendamos las esperanza de paz y de salvación de los hombres de nuestro tiempo". […]

[…] en unión espiritual con la Virgen María, Nuestra Señora del Adviento. Pongamos nuestra mano en la suya y entremos con alegría en este nuevo tiempo de gracia que Dios regala a su Iglesia, para el bien de toda la humanidad. Como María, y con su ayuda materna, seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que el Dios de la paz nos santifique plenamente, y la Iglesia se convierta en signo e instrumento de esperanza para todos los hombres […]

María, mujer de Eucaristía

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Celebrar a María, la madre del Señor es celebrar también la Eucaristía. María es en todo su ser y en toda su existencia “mujer eucarística”.

María vive en actitud de hacer siempre la voluntad de Dios. Ella siempre hace lo que el Señor dice y nos invita : “haced lo que Él os diga”. Ella nos enseña a vivir en el cumplimiento permanente de “Haced esto en conmemoración mía”.

María, ofreciendo su seno virginal y su corazón mismo para la Encarnación del Verbo, ha practicado anticipadamente su fe eucarística. En ella se ha realizado lo que luego será posible realizar sacramentalmente cuando el Señor nos entregue su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida para nuestra salvación.

María, ofreciendo a Dios todo, ofreciéndose en la Cruz con su Hijo, hizo posible el misterio de la redención, que es el misterio que se conserva y actualiza en la Eucaristía.

María, reconociendo todos los dones de Dios en su vida, vivió en un Magnificat permanente, en una acción de gracias continua, es decir, en una dimensión verdaderamente eucarística. Ella hizo de su existencia un canto permanente de alabanza y de acción de gracias a Dios.

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Decir tu nombre, María, es decir Eucaristía.

Te asomas al misterio del amor abriendo de par en par tu corazón a la Palabra. Nos invitas a hacer lo que Él nos diga.

Tu seno virginal, abierto para acoger la encarnación de Dios, se hace altar de ofrenda, mesa para todos.¡Dichosa tú que has creído!

Tu fiat abre las puertas al Misterio. Preparas nuestro amén al recibirlo.

Tu Magnificat es una Eucaristía. Rezuma gozo, desvela una Presencia, es respuesta agradecida a tanta gracia.

El pan y el vino: sencillos signos de amor son germen de vida nueva para todos. Un mundo al revés anuncia toda Eucaristía: los poderosos, derribados de los tronos, los humildes, colocados en la altura.

Llevas en las entrañas a tu Hijo, así visitas a las gentes, de camino. Con Isabel lo adoramos en el gozo.

Tu regazo es cuna donde lo colocas, Eucaristía siempre abierta para que lo adoremos asombrados.

Miras y miras a tu Hijo, embelesada. ¡Cómo te brota la ternura al abrazarlo!

Eres modelo de amor a Jesús, para la Iglesia. Sus ojos se encuentran con los tuyos. No es despilfarro ese “mira que te mira” que nos sugieres hacia Jesús Eucaristía.

Al igual que en la Cena de tu Hijo, en tu Corazón todo se anticipa: su muerte en cruz, la alegría de la Pascua.

Jesús es don, lavatorio de pies ininterrumpido, Eucaristía permanente. Todo nos lo da como un derroche. En la Cruz nos regala tu presencia. En la Cena que recrea y enamora, la Fonte que mana y corre aún en la noche.


Gracias, María, por ser Eucaristía.

Gracias por ser reflejo de Jesús Eucaristía.

Gracias por ayudarnos a ser Eucaristía.

Gloria al Padre, dador de tanto amor.

Gloria al Hijo, dador de tanta gracia.

Gloria al Espíritu, dador de comunión.

Gloria a la Trinidad, por ser Eucaristía.

Danos hoy nuestro regalo de cada día ...

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DECÁLOGO PARA COMENZAR LA JORNADA :
1. ¡Buenos días, amigo! Podía empezar diciendo: ¡Hoy va a ser un gran día! o ¡Hoy voy a vivir como si fuera mi último día!... Pues no, ni una cosa ni la otra... Simplemente hoy va a ser otro día... eso sí, hoy, si tú quieres, vas a descubrir algo muy especial que Dios tiene preparado especialmente para ti... ¿Te apuntas?
2. Empieza estirándote a tus anchas... Bueno, más que estirándote, sacudiéndote… Sí, como me oyes, como si tu cuerpo estuviera recibiendo una descarga eléctrica... A ver si de esta manera haces caer al niño que duerme en tu interior.
3. ¡Eh! ¿Dónde vas? ¿A lavarte? Espera un poco. Hoy vas a comenzar el aseo quitándote las legañas del corazón... ¿Que cómo...? Pues muy facilito, renuncia a tu ego por unos minutos (“Es que se me hace tarde, la que me espera en el trabajo, este dolor no se me pasa...”). Recuerda: sólo renunciando a tu yo, dejarás espacio a tu felicidad.
4. ¿Qué te estás poniendo nervioso..,? Eso es bueno, muy bueno. Nos empeñamos en tenerlo todo bajo control, en “domesticarlo” todo, incluso a Dios y, claro, nos perdemos los “encantos salvajes” de la vida.
5. Tantos nervios acumulados, tanta tensión incontrolada, para qué... ¿Te acuerdas de tus años de niño? (Si realmente has hecho correctamente el primer paso, te acordarás). ¿Recuerdas el día de Reyes? ¡Cuánta ilusión, verdad!... No te preocupes, esa actitud expectante es la que tienes que incorporar a tu vida.
6. ¡Hoy estás de enhorabuena! Hoy vas a recibir un hermoso regalo (hoy y todos y cada uno de los días que tú quieras). ¡Prepárate! ¿Ya?... ¡No, por Dios! Con esa cara hasta el regalo se va a asustar... ¡Eso es! Ahora mejor.
7. Salta de la cama y corre a tu corazón. Dios te está esperando con un “peazo paquete.” No te comas el coco pensando cómo agradecerle el obsequio... Ya tendrás tiempo a lo largo del día.
8. Dios sabe que pensar sobre el pasado o preocuparse en exceso por el futuro, nos priva del presente... Por eso hoy Dios te regala las próximas 24 horas. ¡Aprovéchalas! Y te aseguro que no tendrás tiempo para lamentarte por el ayer ni para obsesionarte por el mañana.
9. Ah, se me olvidaba, al salir de casa mira a tu alrededor y verás la cantidad de regalos que Dios hoy va a seguir poniendo a tu alcance... ¿Que cómo identificarlos...? Te daré una pista: la mayoría se mueven y no vienen con envoltorio.
10. En cuanto al último punto, es todo tuyo. Esta noche antes de acostarte, intenta darle forma. Pregúntate por el regalo que Dios te ha hecho... ¿Has “jugado” tanto con él que estás a punto de mandarlo al trastero?... Si es así ¡Felicidades!... Dios mañana te va a regalar otro, más grande, más bonito. Dios, si tú quieres, sólo si tú lo deseas, te sorprenderá de nuevo...

“Ubi Mater, ibi Filius” - María en Pentecostés

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“Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús” (Hechos 1,12)
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La obra y la acción de María no acaba en el Calvario. En el Cenáculo están reunidos los apóstoles -primera Iglesia- con María en espera del Espíritu Santo. ¿Cómo no iba a estar ahí María, Madre de esa Iglesia?

María no pertenece al grupo de los Apóstoles, no ocupa un lugar jerárquico, pero es presencia activa y animadora primera de la oración y la esperanza de la comunidad. María es Madre, alma y aliento de la Iglesia naciente.

La presencia de María en el Cenáculo es solidaridad activa con la comunidad de su Hijo. Ella es la que con mayor anhelo y fuerza implora la venida del Espíritu. María es una mujer del Espíritu. Su vida está jalonada de intervenciones del Espíritu Santo. Por tanto, toda la vida de María se desarrolla en la fuerza del Espíritu.

Al recibir una vez más María al Espíritu Santo en Pentecostés, recibe la fuerza para cumplir la misión que de ahora en adelante tiene en la historia de la salvación: ser Madre de la Iglesia. Todo su amor y todos sus desvelos son ahora para los apóstoles y discípulos de su Hijo, para su Iglesia que es la continuación de la obra de Jesús.

Ella acompaña la difusión de la Palabra, goza con los avances del Reino, sigue sufriendo con los dolores de la persecución y las dificultades apostólicas. María, en el Cenáculo, es la Reina de los apóstoles y los protege; el Trono de Sabiduría que les enseña a orar y a implorar la venida del Espíritu, la Causa de la alegría y el Consuelo de los afligidos, por eso les anima.
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"Oh María, Tu que eres Madre de la Iglesia, obtén para la Iglesia el don del Espíritu Santo, para que sepa proseguir con constancia hacia el futuro por el camino de la renovación marcada por el Espíritu y que sepa asumir en tal obra renovadora todo lo que es verdadero y bueno, discerniendo asiduamente entre los signos de los tiempos lo que sirve para el advenimiento del Reino de Dios"
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(Juan Pablo II)

Mater Sacerdotum, ora pro nobis

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En íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre, ha sido la criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor inmenso de Dios [...]

Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia.
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Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente.
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Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes:

acepta este título con el que hoy te honramos

para exaltar tu maternidad

y contemplar contigo

el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos,

oh Santa Madre de Dios.

Madre de Cristo,

que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne

por la unción del Espíritu Santo

para salvar a los pobres y contritos de corazón:

custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes,

oh Madre del Salvador.

Madre de la fe,

que acompañaste al templo al Hijo del hombre,

en cumplimiento de las promesas

hechas a nuestros Padres:

presenta a Dios Padre, para su gloria,

a los sacerdotes de tu Hijo,

oh Arca de la Alianza.

Madre de la Iglesia,

que con los discípulos en el Cenáculo

implorabas el Espíritu

para el nuevo Pueblo y sus Pastores:

alcanza para el orden de los presbíteros

la plenitud de los dones,

oh Reina de los Apóstoles.

Madre de Jesucristo,

que estuviste con Él al comienzo de su vida

y de su misión,

lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre,

lo acompañaste en la cruz,

exhausto por el sacrificio único y eterno,

y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo:

acoge desde el principio

a los llamados al sacerdocio,

protégelos en su formación

y acompaña a tus hijos

en su vida y en su ministerio,

oh Madre de los sacerdotes.

Amén.

(Cf. PDV)

El Sí de María renovado en los mártires

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"La Anunciación, narrada al inicio del Evangelio de San Lucas, es un acontecimiento humilde, oculto —nadie lo vio, nadie lo conoció, salvo María—, pero al mismo tiempo decisivo para la Historia de la humanidad. Cuando la Virgen dijo su "sí" al anuncio del ángel, Jesús fue concebido y con Él comenzó la nueva Era de la Historia, que se sellaría después en la Pascua como "nueva y eterna Alianza"

En realidad, el "sí" de María es el reflejo perfecto del de Cristo mismo cuando entró en el mundo, como escribe la carta a los Hebreos interpretando el Salmo 39: "He aquí que vengo —pues de mí está escrito en el rollo del libro— a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10, 7). La obediencia del Hijo se refleja en la obediencia de la Madre, y así, gracias al encuentro de estos dos "sí", Dios pudo asumir un rostro de hombre. Por eso la Anunciación es también una fiesta cristológica, porque celebra un misterio central de Cristo: su Encarnación.

"He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". La respuesta de María al ángel se prolonga en la Iglesia, llamada a manifestar a Cristo en la Historia, ofreciendo su disponibilidad para que Dios pueda seguir visitando a la humanidad con su Misericordia. De este modo, el "sí" de Jesús y de María se renueva en el "sí" de los santos, especialmente de los mártires, que son asesinados a causa del Evangelio."

(Ángelus, 25 de marzo de 2007. Solemnidad de la Anunciación)

María, Reina y Madre de Misericordia

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"María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). Él ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar Misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la Misericordia mayor radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como "el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: su Misericordia para nosotros es redención.
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Esta Misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104, 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la Misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no volver a pecar. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
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María es también Madre de Misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies de la cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al Padre el perdón para los que no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34), María, con perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros. Se convierte en la Madre que nos alcanza la Misericordia divina.
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María comparte nuestra condición humana, pero con total transparencia a la gracia de Dios. No habiendo conocido el pecado, está en condiciones de compadecerse de toda debilidad. Comprende al hombre pecador y lo ama con amor de Madre. Precisamente por esto se pone de parte de la verdad y comparte el peso de la Iglesia en el recordar constantemente a todos las exigencias morales. Por el mismo motivo, no acepta que el hombre pecador sea engañado por quien pretende amarlo justificando su pecado, pues sabe que, de este modo, se vaciaría de contenido el sacrificio de Cristo, su Hijo. Ninguna absolución, incluso la ofrecida por complacientes doctrinas filosóficas o teológicas, puede hacer verdaderamente feliz al hombre: sólo la Cruz y la Gloria de Cristo resucitado pueden dar paz a su conciencia y salvación a su vida.
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María, Madre de Misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la Cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y crezca en la esperanza en Dios, "rico en Misericordia" (Ef 2,4), para que haga libremente las buenas obras que Él le asignó (cf. Ef 2,10) y, de esta manera, toda su vida sea "un himno a su gloria" (Ef 1,12). "
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(Cf. VS)

María, Señora de la Pascua

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.Señora de la Pascua:
.Señora de la Cruz y la Esperanza.
.Señora del Viernes y del Domingo,
.Señora de la noche y la mañana
.Señora de todas las partidas,
.porque eres la Señora, escúchanos:
.Hoy queremos decirte: “muchas gracias”.
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.Muchas gracias, Señora, por tu Fiat:
.por tu completa disponibilidad de “Esclava”.
.Por tu pobreza y tu silencio.
.Por el gozo de tus siete espadas.
.Por el dolor de todas tus partidas
.que fueron dando la paz a tantas almas.
.Por haberte quedado con nosotros
.a pesar del tiempo y las distancias
..Tú conoces el dolor de la partida
.porque tu vida fue siempre despedida.
.Por eso fuiste y fue fecunda tu vida.

.Señora del Silencio y de la Cruz.
.Señora del Amor y de la Entrega.
.Señora de la Palabra recibida
.y de la palabra empeñada,
.Señora de la Paz y la Esperanza.
.Señora de todos los que parten,
.porque eres la Señora
.del camino y de la Pascua.
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Señora de la Pascua:
.en las dos puntas de nuestro camino,
.tus dos palabras: fíat y magnificat.
.Que aprendamos que la vida es siempre
.un “sí” y un “muchas gracias”..Amén.

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. ."Invoquemos la plenitud de los dones pascuales por intercesión de María que, tras haber compartido los sufrimientos de la Pasión y crucifixión de su Hijo inocente, ha experimentado también la alegría inefable de su resurrección. Que, al estar asociada a la gloria de Cristo, sea Ella quien nos proteja y nos guíe por el camino de la solidaridad fraterna y de la paz.".

Mensaje de Pascua´2008 de S.S. Benedicto XVI

Stabat Mater... María junto a la Cruz

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Gracias, Madre, por tu firmeza al pie de la Cruz viendo a tu Hijo sufrir y morir de esa manera… aceptando, abrazando, cargando y muriendo en mi cruz. Tu Corazón de Madre no terminaba de comprender que entregar su vida merecía la pena sólo por mí, todo por mi amor.
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Gracias por renovar tu fiat nuevamente allí; por tu contemplación, en el silencio de tu Corazón, de la irracionalidad de mi pecado que le está llevando a esa locura de Amor : Tantas debilidades en mi vida cristiana; tantas negaciones como las de Pedro; tantas veces como le vendo con mis silencios, comodidades, vergüenzas o falsos temores; tantas falsas seguridades que me hacen preferir la Cruz más como adorno que como estilo de vida…tantas, tantas, tantas faltas de amor….
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Gracias, Madre, porque tu fidelidad a la voluntad de Dios, manifestada en tu Hijo Jesucristo, es la razón más sólida para mi esperanza, la fuerza más plena para creer en el Amor, que supera la vida porque es Amor hecho Vida.
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Tu Corazón es el manantial continuo y perfecto de la Reparación ante tanta falta de amor hacia Aquel que me sigue susurrando desde la Cruz : “tengo sed”. Que tu Inmaculado Corazón de Madre me lleve hasta su Corazón.
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¡¡ Enséñame Madre cómo se ama al Amor !!

"Y a Ti, una espada te traspasará el alma" (Lc 2,34)

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Me preguntaba al meditar sobre este pasaje cómo María recibiría esta noticia... y recordaba las palabras al Ángel en la Anunciación... “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Su fiat…, encontré la respuesta en esa aceptación total porque Ella sabía, como toda Madre, que con Jesús su vida estaba unida a todos las circunstancias que vivirían juntos y entre éstas estaban las espadas de dolor..

¡Qué misteriosas palabras las de aquel anciano!... Las palabras pueden tener o no tener ningún valor, dependiendo de quién procedan. Si vienen de hombres y mujeres de Dios, de la “gente de esperanza”, de la gente que ha sabido aprovechar su vida y su experiencia…, entonces su valor es incalculable. ¡Dios puede estar detrás de lo que nos están diciendo!.

María puede descubrir en ese momento que su vida no va a ser fácil, que va a quedar unida a la suerte de su Hijo. Que el Hijo que lleva a presentar al templo será motivo de discordia, signo de contradicción. Que, a pesar de venir de Dios, no todos le van a reconocer ni todos le van a acoger.

María ha podido descubrir en las palabras de Simeón que el sufrimiento no va a estar ausente en la vida de ambos. Dios le ha llenado de su alegría y de su gracia pero no le va a evitar la capacidad para sufrir..

¿ Qué espada podemos quitar o evitar al Corazón de María ? . . .

- Te pedimos Señor que al recordar los dolores de la Virgen María completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la Pasión de Jesucristo.

La Cuaresma en la Escuela de María

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Ella nos ofrece el Rosario como libro de texto: recordar, meditar y contemplar la trayectoria del Amor de su Hijo que da su vida por nosotros. Este sería un buen comienzo en nuestro camino hacia la santidad. .

María nos recuerda que todos estamos llamados y obligados a ser santos, a seguir a Cristo pobre, humilde y cargado con la Cruz para merecer la participación de su gloria. Fuimos creados para santificarnos en medio del mundo, "la consecratio mundi", ofreciendo el cumplimiento del deber, las molestias y sufrimientos, los gozos y alegrías... como hostias espirituales, aceptables al Padre por Jesu­cristo en el Espíritu Santo. .

La Virgen nos dice a todos en este tiempo de Cuaresma: “Haced lo que Él os diga” y Él es Jesucristo. Tratemos de escuchar al Señor y hacer lo que Él nos dice.
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. “María, Madre de misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la Cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y crezca en la esperanza en Dios, “rico en misericordia”, para que haga libremente las buenas obras que El le asignó y, de esta manera, toda su vida sea “un himno a su gloria”. (VS)
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. ¡Que María, Mediadora de todas las Gracias, nos lleve de la mano y nos acompañe durante esta Cuaresma hacia la Pascua para poder contemplar al Señor, Jesucristo Resucitado!

2 de febrero - Purificación de la Virgen Mª

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Este acontecimiento de la Purificación de María es un bello pasaje donde aparece la Virgen María practicando las más hermosas virtudes cristianas :
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- La humildad. María se somete a la ley y se humilla hasta el punto de no aparecer ni como Virgen María ni como madre que concibiera virginalmente. Ella no necesitaba purificarse. ¿De que debía purificarse la Santísima Virgen, que ni tuvo pecado original ni nunca cometió la más leve falta de pecado personal?

- La obediencia. Ella, en realidad no tenía que estar sujeta a la ley de la purificación por haber concebido virginalmente a su hijo, sin embargo obedece con toda docilidad y sumisión.

- La pureza. María, aunque no tiene mancha legal, no duda en purificarse. Nosotros, en cambio, no somos tan diligentes para purificar nuestra conciencia, tantas veces manchada por el pecado y necesitada de perdón y limpieza. Nuestra Señora, en este pasaje, nos alienta a purificar el corazón para que la ofrenda de todo nuestro ser sea agradable a Dios, para que sepamos descubrir a Cristo, nuestra Luz, en todas las circunstancias. Ella quiso someterse al rito común de la purificación ritual, sin tener necesidad alguna de hacerlo, para que nosotros llevemos acabo la limpieza, ¡tan necesaria!, del alma. Su vida inmaculada es una llamada para que nosotros desechemos de nuestro corazón todo aquello que, aunque sea pequeño, nos aleja del Señor. La contemplamos purísima, exenta de toda mancha, y miramos a la vez nuestra vida, las flaquezas, las omisiones, los errores, todo aquello que ha dejado un mal poso en el fondo del alma, heridas sin curar... ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación!.

- La pobreza. Las mujeres ricas ofrecían un cordero en la ceremonia de la purificación. María, la sierva humilde del Señor, no teme aparecer en público como pobre, y por esto presenta la ofrenda propia de las familias pobres, consistente en la entrega de dos tórtolas o dos pichones.

Recordando la fiesta de hoy, San Alfonso Mª de Ligorio exponía con una vieja leyenda el poder de intercesión de María. "Se cuenta que Alejandro Magno recibió una carta con una larga lista de acusaciones contra su madre. Después de haberla leído, respondió: ¿Hay acaso alguno que ignore aún que basta una sola lágrima de mi madre para lavar mil cartas de acusación?. Y pone estas palabras en boca de Jesús: ¿No sabe el diablo que una simple oración de mi Madre, hecha en favor de un pecador, es suficiente para que me olvide de las acusaciones que sus faltas levantan contra él?. Y concluye: Dios había prometido a Simeón que no había de morir antes de ver al Mesías. Pero esta gracia la alcanzó sólo por medio de María, porque sólo en sus brazos halló al Salvador. Por consiguiente, el que quiera hallar a Jesús, debe buscarlo por medio de María. Acudamos a esta divina Madre, y acudamos con gran confianza, si deseamos hallar a Jesús".

Oración de San Ildefonso a la Virgen María

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.Oh clementísima Virgen, que con mano piadosa repartes vida a los muertos, salud a los enfermos, luz a los ciegos, descanso a los desesperados y consuelo a los que lloran. .

Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado, alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho. .

Se vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu.

Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, madre llena de compasión, endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos, hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio, enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón, salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. .Amén.

Humildad de María ...para acoger "la Luz"

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.La Navidad es esto: acontecimiento histórico y misterio de amor, que desde hace más de dos mil años interpela a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. Es el día santo en el que brilla la "gran luz" de Cristo portadora de paz. Ciertamente, para reconocerla, para acogerla, se necesita fe, se necesita humildad. .

La humildad de María, que ha creído en la palabra del Señor, y que fue la primera que, inclinada ante el pesebre, adoró el Fruto de su vientre; la humildad de José, hombre justo, que tuvo la valentía de la fe y prefirió obedecer a Dios antes que proteger su propia reputación; la humildad de los pastores, de los pobres y anónimos pastores, que acogieron el anuncio del mensajero celestial y se apresuraron a ir a la gruta, donde encontraron al niño recién nacido y, llenos de asombro, lo adoraron alabando a Dios (cf. Lc 2,15-20). Los pequeños, los pobres en espíritu: éstos son los protagonistas de la Navidad, tanto ayer como hoy; los protagonistas de siempre de la historia de Dios, los constructores incansables de su Reino de justicia, de amor y de paz. .

En el silencio de la noche de Belén Jesús nació y fue acogido por manos solícitas. Y ahora, en esta nuestra Navidad en la que sigue resonando el alegre anuncio de su nacimiento redentor, ¿quién está listo para abrirle las puertas del corazón? Hombres y mujeres de hoy, Cristo viene a traernos la luz también a nosotros, también a nosotros viene a darnos la paz. Pero ¿quién vela en la noche de la duda y la incertidumbre con el corazón despierto y orante? ¿Quién espera la aurora del nuevo día teniendo encendida la llama de la fe? ¿Quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse envolver por su amor fascinante? Sí, su mensaje de paz es para todos; viene para ofrecerse a sí mismo a todos como esperanza segura de salvación...

S.S. Benedicto XVI

Mensaje Urbi et Orbi - 25 diciembre 2007

¿Tuvo la Virgen María dolores de parto?

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La Virginidad perpetua de María enuncia que fue virgen antes, durante y después del parto. Si bien el dogma no define que María Santísima diese a luz sin dolor, se puede deducir que al ser un parto virginal, dejó su cuerpo intacto y no hubo dolores de parto.
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El dolor de la parturienta se produce por la apertura de las vías por las que sale la criatura. Pero Cristo salió del seno materno cerrado, y de este modo no se dio allí ninguna apertura de las vías. Por tal motivo no existió dolor alguno en aquel parto, como tampoco hubo corrupción de ninguna clase; se dio, en cambio, la máxima alegría porque había nacido en el mundo el Hombre-Dios, según palabras de Is. 35,1-2: “Florecerá sin duda como un lirio, y exultará gozosa y llena de alabanzas”.
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- Padres y Doctores de la Iglesia enseñaron que la Virgen María no sufrió dolores de parto :
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Dice San Agustín (Sermón De Nativitate), hablando a la Virgen Madre: “Ni en la concepción se alejó de ti el pudor, ni en tu alumbramiento se hizo presente el dolor”.
Santo Tomás de Aquino enseña que María dio a luz sin dolor (Summa Theologica, III parte, cuestión 35, artículo 6).
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Aquí recojo las objeciones que ponen algunos por las que dicen que Cristo no nació sin dolor por parte de su madre y doy la respuesta correspondiente a cada argumento :
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1-. El parto con dolor es el castigo impuesto a Eva y a sus hijas por el pecado cometido. (Gen. 3,16)
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ARGUMENTO OPUESTO :
Así como la muerte de los hombres fue una consecuencia del pecado de los primeros padres, “El día que comiereis, ciertamente moriréis” (Gen 2,17), así también lo es el dolor del parto “Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos” (Gen. 3,16). Ahora bien, Cristo quiso sufrir la muerte. Luego parece que, por el mismo motivo, su alumbramiento debió producirse con dolor.
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RESPUESTA : La Virgen María fue preservada de pecado original y jamás pecó (La Inmaculada Concepción de María), por lo tanto no tendría dolores de parto ya que estos son consecuencia del pecado. El dolor del parto en la mujer es consecuencia de la unión carnal con el varón. De donde después de haber dicho “parirás con dolor”, se añade “y estarás bajo el dominio del varón”. Pero, como dice S. Agustín (Sermón “De Assumptione Beatae Virginis”'), de tal sentencia debemos excluir a la Virgen Madre de Dios, la cual, “por haber concebido a Cristo sin la coluvie del pecado y sin el menoscabo de la unión con el varón, engendró sin dolor, sin violación de su integridad y permaneciendo intacto el pudor de su virginidad”. Cristo en verdad asumió la muerte pero por su propio deseo espontáneo, para satisfacer por nosotros, no como por necesidad emanada de aquella sentencia, porque El no era deudor de la muerte.
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2-. María “dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre” (Lc. 2,7)
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ARGUMENTO OPUESTO : En el libro De Ortu Salvatoris se cuenta que al nacimiento de Cristo asistieron las parteras, que parecen necesarias para la parturienta a causa del dolor. Luego parece que la Santísima Virgen dio a luz con dolor.
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RESPUESTA : Estos actos normalmente ocurren inmediatamente después del nacimiento y es difícil que María pudiese hacerlo si hubiese sufrido los dolores y la debilidad normales de un parto. En Lc 2,7 se narra que la propia Santísima Virgen envolvió en pañales y colocó en el pesebre al Niño que acababa de dar a luz. Y con esto queda demostrado que la narración de ese libro (De Ortu Salvatoris), que es apócrifo, es falsa. De donde dice Jerónimo en su Contra (Adv. Helvid IV) : “No hubo allí partera alguna, ni se hizo presente diligencia alguna de mujercillas. María fue la madre y fue la partera. “Envolvió al Niño en pañales”, dice, “y lo colocó en el pesebre” ... Estas palabras ponen de manifiesto los disparates de los apócrifos.
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3-. Cristo muriendo destruyó nuestra muerte (2 Tim. 1, 10)
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ARGUMENTO OPUESTO : El fin concuerda con el principio. Pero el fin de la vida de Cristo se produjo con dolor, según Is. 53,4: “cargó con nuestros dolores”. Luego parece que también en su nacimiento debió existir el dolor del parto…
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RESPUESTA : Como Cristo muriendo destruyó nuestra muerte (2 Tim 1,10), así con su sufrimiento nos libró a nosotros de los dolores; y por este motivo quiso morir con dolor. Pero el dolor de la madre en su alumbramiento no pertenecía a Cristo, que venía a satisfacer por nuestros pecados. Y por eso no fue necesario que su madre le diera a luz con dolor.

¿Qué es consagrarse a María?

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. Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella nos guiará hacia Jesús.
. Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos dormir tranquilos en sus brazos de madre.
. Consagrarse a María significa vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por nuestro medio. En una palabra, es vivir en unión total con María para que podamos llegar a decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un consagrado a María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condiciones.
. Todos sabemos que el lema del escudo del Papa Juan Pablo II era Totus tuus (todo tuyo); palabras colocadas debajo del anagrama de María. Él aprendió a consagrarse a María en los escritos de san Luis María Grignion de Montfort. Este santo propone, como el camino más rápido para llegar a la santidad y como un secreto para los más esforzados, el consagrarse a María como esclavos, es decir, entregarnos totalmente a Ella, para que por medio de Ella seamos totalmente de Jesús.
. Esta doctrina de la esclavitud mariana, que a algunos parece un poco trasnochada, no lo está, porque entregarnos y consagrarnos a María, siempre será el mejor medio para vivir enteramente con Jesús, en Jesús y para Jesús. Decía el Papa Juan Pablo II:
. “El acto de consagración en la situación de esclavitud indica una dependencia singular y una confianza sin límites. En este sentido, la esclavitud, la no libertad, expresa la plenitud de la libertad, de la misma manera que el Evangelio habla de la necesidad de perder la vida para encontrarla en su plenitud” .
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Esta doctrina de la consagración total a María, es una doctrina tan elevada y maravillosa que el diablo no quería que se publicara. Cuando san Luis María Grignion de Montfort escribió su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, profetizó, inspirado por Dios, que el demonio haría todo lo posible para destruir este escrito. Dice así:
. “Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo, o sepultar al menos estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado. Atacarán incluso a quienes lo lean y pongan en práctica”.
. Eso fue precisamente lo que sucedió en la realidad, pues el manuscrito quedó escondido en un cofre durante los días difíciles de la Revolución Francesa. Un misionero lo encontró en 1842. Pero faltaban unas 96 páginas al comienzo y no se sabe cuántas al final. Sin embargo, la providencia de Dios quiso que se conservara lo esencial de la obra, donde se habla de la esclavitud mariana para gloria de Dios y santificación de las almas.
. Por eso, nosotros podríamos suscribir las palabras de este gran santo que dice :
. “Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María... Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas bajo su advocación! No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes…"
Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos:
“María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio”.
. "El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la Llena de Gracia ha permanecido hasta ahora poco amada y que ésta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De modo que, si el conocimiento y el reinado de Jesucristo debe extenderse en el mundo, como ciertamente sucederá, esto sucederá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen. Quien lo trajo al mundo la primera vez, lo hará resplandecer también en la segunda.
. Ahora bien, no solamente podemos consagrarnos nosotros personalmente a María. También es muy importante que consagremos a nuestros seres más queridos y a otras personas o sus trabajos y cosas importantes. Consagrarlos es como ponerlos bajo el manto de María para que Ella los cuide y proteja con una especial protección. Por eso, es muy hermoso, cuando las madres consagran a su hijos al nacer."
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Este gran santo recomienda, para asimilar y vivir cada día más intensamente nuestra consagración, repetir continuamente:
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Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía

y cuanto tengo tuyo es
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Es importante repetir ésta u otra fórmula de consagración diariamente para asimilarla más y más cada día, pues llegar a ser totalmente de María y de Jesús es un proceso de toda la vida.
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. In Ea, TOTUS TUUS!

Algunas fórmulas de consagración conocidas :

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Oh, María, Madre mía,

yo me consagro del todo a Tí

y en prueba de mi filial afecto,

te consagro en este día

mis ojos, mis oídos,

mi lengua, mi corazón,

en una palabra, todo mi ser

y ya que soy todo tuyo,

Oh Madre de bondad,

guárdame y defiéndeme

como a cosa y posesión tuya.

Amén.
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¡Oh Señora y Madre mía!

Con filial cariño vengo

a ofrecerte en este día

cuanto soy y cuanto tengo.


Mi boca para cantarte,

mi voz para bendecirte,

mi corazón para amarte,

mi vida para servirte.


Acepta, Madre, este don,

que te ofrenda mi cariño,

y guárdame como a un niño

cerca de tu Corazón.

Que nunca sea traidor

al amor que hoy me enajena

y que desprecie sin pena

los halagos de otro amor.


Que, aunque el dolor me taladre

y haga de mí un crucifijo,

que yo sepa ser tu hijo

y sienta que eres mi Madre.


En la dicha, en la aflicción,

en la pena, en la alegría,

¡mírame con compasión,

no me dejes, Madre mía!

Consagraciones a la Virgen María

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Se podría afirmar que no hay santo en la Historia de la Iglesia que no se haya consagrado a la Virgen en algún momento de su vida, y por lo tanto podemos deducir así mismo que todas las “luces” y “gracias” necesarias para alcanzar la santidad las han recibido por su maternal intercesión.
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Por eso hoy te invito a escoger -independientemente de tu situación, necesidad o estado de vida- la consagración que más te agrade.
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Y un consejo... No esperes a mañana para recurrir ante Ella, porque al ser la OMNIPOTENCIA SUPLICANTE es así mismo la MADRE DE TODAS LAS GRACIAS.
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Como deduce tan bellamente San Bernardo en sus Sermones sobre la Virgen María, qué mejor camino para "devolver" al Señor un poco de nuestro pobre amor que utilizar la misma vía, el mismo canal, por el que Él mismo quiso entregar al hombre todo el Amor de un Dios : María.
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¿Y aún estamos devanándonos el cerebro para ver cómo y de qué manera entregamos nuestra vida al Señor?... ¿ALGUIEN NECESITA MÁS PISTAS???
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MUY IMPORTANTE : Al ser un blog que pretende ante todo fomentar esta FORMA DE VIDA, que no es otra que no saber VIVIR SIN ELLA, también sería bueno que todos podamos enriquecernos aportando al blog nuestro propio testimonio, tanto de cómo ha sido el proceso para llegar a una consagración total de la vida al Señor a través de Ella, como de las fórmulas tan bellas que se han podido usar por cada persona.
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Aquí iremos recogiendo las huellas a través del tiempo de aquellos que han sabido fiarse a través de la Historia, así como las diversas formas y fórmulas que utilizaron para hacerlo.
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- LA CONSAGRACIÓN MÁS ANTIGUA A LA VIRGEN MARÍA :
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Según estudios del P. Aldano, la fórmula más antigua, que primitivamente usaba Juan de Leunis es ésta:
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“Santísima Virgen y Madre de Dios, María, Yo, (...) te escojo por Señora, Abogada y Madre, y propongo firmemente servirte siempre en adelante y, en cuanto de mí dependa, procurar seas de todos fielmente servida. Asísteme en todas mis acciones y alcánzame gracias para que de tal manera, rija mis palabras, obras y pensamientos, que nunca ofendan tus ojos ni los de tu Santísimo Hijo”.
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-LA CONSAGRACIÓN MÁS FAMOSA A LA VIRGEN MARÍA :
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Conocida por “oración eficacísima”, sigue siendo la más usada hasta nuestros días. Su gran difusor y propagador fue el P. Zucchi :
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“¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, Me ofrezco del todo a vos y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón y todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra”.
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Continuará . . .

Ofrecimiento al Corazón de Jesucristo

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________________________________San Claudio de la Colombière
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. Adorable y amable Corazón de Jesús, en reparación de tantos pecados e ingratitudes y para evitar que yo caiga en tal desgracia, te ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz y me entrego todo a Ti.
. Con la mayor sinceridad (al menos así lo espero) desde este momento deseo olvidarme de mí mismo y de cuanto pueda tener relación conmigo, para eliminar todo obstáculo que pueda impedirme entrar en tu Corazón divino que has tenido la bondad de abrirme y en el que ansío entrar junto con tus servidores más fieles, para vivir y morir invadido e inflamado por tu amor...
. Sagrado Corazón de Jesús, enséñame a olvidarme enteramente de mi, ya que éste es el único camino para entrar en Ti. Y puesto que cuanto haré en adelante será tuyo, haz que no realice nunca nada que no sea digno de Ti.
. Enséñame qué debo hacer para llegar a la pureza de tu amor, del que me has infundido tan gran deseo. Experimento una gran voluntad de complacerte, pero al mismo tiempo me veo en la imposibilidad de realizarlo sin tu luz especial y tu ayuda.
. Cumple en mí tu voluntad incluso contra mi querer.
. A Ti corresponde, Corazón divino de Jesús, cumplirlo todo en mí; y de este modo, si llego a santo, tuya será la gloria de mi santificación. Para mí esto es más claro que la luz del día, pero para Ti será una magnífica gloria. Sólo para esto deseo la perfección.
Amén.

Acto de Confianza en Dios

_____________________________________San Claudio de la Colombière
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. Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
. Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
. Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
. A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
_ Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé , Señor, y jamás seré confundido.
. Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
. En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad.
Así sea.

Decálogo de un día feliz

___________________________________________________ Paco Cerro.
1. Hoy seré todo lo feliz que pueda.
2. No me llevaré más disgustos que los que no tenga más remedio.
3. No pensaré en aquellas cosas que dejan mi alma sin esperanza.
4. Lo veré todo como un regalo, que hay que saber descubrir.
5. Me convenceré de que la felicidad tiene mucho que ver con vivir con bondad de corazón.
6. Me reconciliaré con todas mis deficiencias.
7. Nunca me cargaré con aquello que no pueda soportar.
8. Aceptaré una por una mis limitaciones.
9. Sabré que mientras hay vida, hay esperanza.
10. Gustaré en cada momento los mejores instantes del día

Decálogo de la SERENIDAD

_________________________________________________Papa Juan XXIII.
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1. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
2. Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también.
4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiere ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Sólo por hoy creeré firmemente – aunque las circunstancias demuestren lo contrario – que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

Reglas para una vida más fácil ...

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La vida sería tan fácil si todos tuviéramos siempre en cuenta estas sencillas reglas :

Si abriste, cierra.
Si encendiste, apaga.
Si conectaste, desconecta.
Si desordenaste, ordena.
Si ensuciaste, limpia.
Si rompiste, arregla.
Si no sabes arreglar, busca a quien sepa.
Si no sabes qué decir, cállate.
Si debes usar algo que no te pertenece, pide permiso.
Si te prestaron, devuelve.
Si no sabes cómo funciona, no toques.
Si es gratis, no lo desperdicies.
Si no es asunto tuyo, no te entrometas.
Si no sabes hacerlo mejor, no critiques.
Si no puedes ayudar, mejor no molestes.
Si prometiste, cumple.
Si ofendiste, discúlpate.
Si no sabes, no opines.
Si opinaste, hazte cargo.
Si algo te sirve, trátalo con cariño.
Y si no puedes hacer lo que quieres,trata de querer lo que haces.

"No te ahogues en un vaso de agua"

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APRENDE A REACCIONAR DE FORMA POSITIVA.
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- Pensamientos de Richard Carlson -
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1.- No sufras por pequeñeces
2.- Haz las paces con la imperfección (no centrarse en las cosas o aspectos negativos)
3.- Abandona la idea de que las personas dulces y relajadas no pueden ser grandes triunfadores
4.- Toma conciencia del efecto de bola de nieve de tus pensamientos
5.- Desarrolla el sentido de la compasión
6.- Recuerda que cuando mueras, tu "carpeta de cuestiones pendientes" no estará vacía
7.- No interrumpas a los demás ni acabes sus frases
8.- Haz algo bueno por otra persona... Y no se lo digas a nadie
9.- Deja que los demás se lleven la gloria
10.- Aprende a vivir el momento presente
11.- Imagina que todo el mundo es preclaro, excepto tú
12.- Permite que los demás tengan "razón" en la mayoría de las ocasiones
13.- Se más paciente
14.- Establece "periodos de práctica de la paciencia"
15.- Se el primero en actuar afectuosamente o tender la mano
16.- Plantéate la pregunta: ¿tendrá esto importancia dentro de un año?
17.- Ríndete al hecho de que la vida no es justa
18.- Permítete estar aburrid@
19.- Disminuye tu tolerancia para el estrés
20.- Una vez por semana escribe una carta cordial
21.- Imagínate que asistes a tu propio funeral
22.- Repite para ti mismo: "La vida no es una emergencia"
23.- Experimenta con tu "fuego lento"
24.- Dedica un momento cada día a pensar en alguien a quien darle las gracias
25.- Sonríe a los desconocidos, mírales a los ojos y salúdales
26.- Dedica un rato cada día al silencio
27.- Imagínate a las persona de tu vida como niños muy pequeños y como adultos de cien años de edad a la vez
28.- Procura comprender primero
29.- Aprende a escuchar
30.- Escoge tus batallas con sabiduría
31.- Toma conciencia de tus estados anímicos y no te dejes llevar de los momentos malos
32.- La vida es una prueba. Sólo es una prueba
33.- Los elogios y las acusaciones son lo mismo
34.- Practica actos de amabilidad espontáneos
35.- Mira más allá de lo que se ve a simple vista
36.- Aprende a ver la inocencia en las actitudes de los demás
37.- Siempre es preferible ser amable que tener razón

El Rosario, camino de oración ...

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REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA DEL LIBRO

"El Rosario. Un camino hacia la oración incesante" de J. Lafrance

  • En cuanto a los que no han hecho la experiencia, que acepten no juzgar demasiado deprisa y se pongan a orar a la Virgen recitando con humildad el Rosario; no tardarán en experimentar la presencia de María en toda su vida. Pues esta es la paradoja que ha hecho nacer este libro: no hay ninguna proporción entre lo que podemos hacer: rezar sencillamente el Rosario - yo diría, recitarlo materialmente -, y lo que es una gracia del Espíritu: "que ella esté too el tiempo con nosotros".
  • Es un hecho de experiencia que cuando una persona reza el Rosario con confianza y perseverancia, pronto o tarde, siente nacer en su corazón la oración incesante del Espíritu.
  • Cuando no se puede hacer de la oración un asunto de calidad, dice Anthony Bloom, hay que hacer de ella un asunto de cantidad. Dios se encargará de darle forma; nosotros, encarguémonos de la materia. Poco importa que lo digamos bien o mal, que tengamos más o menos distracciones y que no sepamos ya donde estamos; desde el momento en que lo rezamos con María y en ella, estamos en el camino de la oración incesante.
  • Fue la Virgen la que obtuvo para los apóstoles en el Cenáculo la gracia de permanecer y perseverar en la oración, esperando la venida del Espíritu Santo. Es hacia ella donde tenemos que volvernos hoy para obtener el don de la súplica continua.
  • Pero lo que es más admirable en ella, es el acto de libertad que le ha llevado a fiarse de Dios y a creer en él.
  • María no sabe hacer más que esto: orar para abandonarse a la voluntad del padre en el silencio.
  • El amor maternal de María la hace estar atenta a los hermanos de su Hijo que continúan su peregrinación de fe y que se encuentran comprometidos en sus pruebas y luchas: ella intercede en su favor. De este modo, su amor maternal se concreta en su presencia a nuestro lado y sobre todo por el poder de su intercesión. Por nuestra parte, nuestro amor filial se expresa por una actitud vigilante para conservar la presencia de María, a través de nuestra acción y de nuestra oración, pero sobre todo por una incansable intercesión que nos mantiene colgados a ella. El amor es el lazo más profundo que tenemos con ella y que se concreta en la intercesión.
  • Una persona me hizo un día esta confidencia; había experimentado una gran conversión con la experiencia sensible de la presencia actuante de María durante algún tiempo. Luego todo se había esfumado, pero permanecía en el fondo de su corazón un apego de fe a María, que se traducía en la recitación continua del Rosario.
  • Al mirar nuestro rostro en el purísimo espejo de la Virgen, descubriremos lo que impide en nosotros la santidad de Dios.
  • Deseo de unificar toda la vida de oración, tanto las horas de oración como la oración difusa a lo largo de la jornada, en torno al Avemaría.
  • No es raro encontrar personas que multiplican los Rosarios o dicen a menudo la oración de Jesús, pero no son hombres de oración porque su corazón no está habitado por un deseo punzante y perseverante de súplica e intercesión.
  • Como dice Cristo: "si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino". ¿Habéis caído en la cuenta de que Jesús no contesta inmediatamente a Nicodemo cuando éste le pregunta: "¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?" sino que le contesta en la cruz. San Juan anota que Nicodemo estaba en el Calvario (Jn 19, 39). Por lo que escuchó lo que le dijo a Juan. "He ahí a tu Madre", en el seno en la cual debes entrar para volver a nacer.
  • Los dones de Dios son gratuitos, pero no son arbitrarios; hay que pedirlos con fe y confianza.
  • Lo que caracteriza a María y también a su oración, es que estuvo siempre centrada en Dios, y por tanto descentrada de sí misma. Este es el sentido de su título de Inmaculada.
  • Podemos como ella retener y meditar en nuestro corazón los acontecimientos de la vida de Jesús y descubrir, a su luz, el sentido de nuestra propia vida.
  • Como nuestros primeros padres, antes de la caída, vivía en familiaridad habitual con Dios. Por eso los Padres de Oriente la llamaron Madre de la oración incesante.
  • El Espíritu que habla dentro, en lo más íntimo del corazón, es también el que habla fuera por los acontecimientos y la Palabra.
  • El consentimiento que da de una vez para siempre al ángel Gabriel no la dispensa de acrisolar su fe al hilo de los acontecimientos de cada día, dando preferencia permanente al pensamiento de Jesús sobre el suyo.
  • Omnipotencia por suplicante.
  • Como María vivía en la misma oscuridad que nosotros, debemos recurrir a ella en todas las dificultades que tocan a la fe. Igual pasa con la perseverancia en la oración; por eso su presencia era indispensable junto a los apóstoles en el Cenáculo.