La consagración a María se caracteriza por dos actitudes de fondo: la confianza y el ofrecimiento. Confianza en María porque creemos en su amor y en su misión de Madre; la sentimos como anticipo y cumplimiento de aquello que nosotros también seremos. De aquí nace el ofrecimiento: reconociendo su mediación materna, nos abandonamos en Ella, sabiendo que en sus manos nada se perderá.
Le ofrecemos LO QUE SOMOS : Nuestro espíritu con sus aspiraciones; nuestra mente con sus pensamientos, intuiciones, angustias y deseos, nuestro cuerpo con todas sus facultades y sufrimientos, nuestro corazón con todos sus afectos, sentimientos, con la capacidad de amar y de entregarnos.
Le ofrecemos LO QUE HACEMOS : Cada acción, cada palabra, cada gesto, todas las tareas. A veces nos parecerá que no ofrecemos nada a María porque experimentamos la realidad de nuestros límites humanos y espirituales, la incapacidad de hacer el bien que deseamos, el peso de nuestros pecados... y es justamente esto lo que debemos poner en el Corazón y en las manos de María. Ella toma todo nuestro ser, lo enriquece de sus méritos y lo ofrece al Padre como suyo.
IMITAR A LA VIRGEN : éste es el primer paso que brota de la consagración a Ella y que día tras día da, aunque espacio en nosotros, al rostro de Cristo y nos hace sus testigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario