Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

ECOS DE FÁTIMA 03

2ª APARICIÓN DEL ÁNGEL

(Verano de 1916. Poço do Arneiro, Aljustrel)



La segunda aparición tiene lugar en los días de mayor calor, mientras iban con el rebaño a casa a media mañana, para volver a llevarlo a media tarde. Después de comer fueron a pasar el rato de la siesta a la sombra de los árboles del pozo de Arneiro, propiedad de los padres de Lucía. Es la única aparición que tendrá lugar en este sitio.

Este lugar es significativo por su especial asociación a la Reparación, no es casual que la Virgen siempre elija el agua –la escena se repite en otros lugares elegidos por la Señora para manifestarse, como es el caso de Lourdes, Banneux...- y que ésta se relacione con Ella, aludiendo a la pureza y a su vez llamando a la necesidad urgente de limpieza y purificación en las almas.

“¿Qué hacéis?” es en este caso el saludo del ángel. En la primera aparición les invita a fiarse de la voluntad de Dios sobre ellos, pero en este momento debían responder y ser plenamente conscientes de lo que se les había encomendado. Con estas palabras, el ángel llama su atención, haciéndoles caer en la cuenta de que no se pueden permitir el lujo de “gastar el tiempo” en otra cosa que no sea desgastarse en interceder por tantas almas como les necesitan porque continúan condenándose sin cesar, sin cesar...

Por eso les pide : “Rezad, rezad mucho”, y a continuación les revela aún algo más que en la primera aparición : “Los corazones de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de Misericordia”. Ya no es sólo que estén atentos a sus súplicas, además les han elegido a ellos para ser portadores de su Misericordia divina al mundo. Ante un mundo que vive en tinieblas, por la falta de fe y la ceguera del pecado, la última palabra no es la condenación, el sinsentido y la impasibilidad de la desesperanza fruto de una vida sin rumbo dominada por el relativismo absoluto y el hedonismo, la última palabra la tiene la Misericordia de Dios.
Recuerdo una frase que leí en Paray-le-Monial y que aún hoy me sigue alentando “L´ avenir est à la Misèricordie” u otra que lleva bombardeándome interiormente desde que la oí una tarde en el Santuario de la Divina Misericordia en Lawnesky : “La Misericordia supera a la Justicia”

“Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios... De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que es ofendido y la conversión de los pecadores“. Todo sacrificio es redentor y en algunos casos sucederá como en el pasaje de la curación del Paralítico, “viendo Jesús la fe que tenían...”, es decir, la curación no responde a la fe del que necesitaba ayuda, que tal vez ni siquiera la pedía, sino a la solicitud insistente llena de fe de los que le acompañaban y se “com-padecían” de él.
Sólo tenemos para ofrecer a nuestro Creador la misma vida que Él nos ha dado, por eso sólo podemos ofrecérsela en forma de “sacri-ficio” de cuanto vivimos. A su vez, la oración y el sacrificio son ejercicios en que el alma se esfuerza en unirse con la mayor cercanía posible al Amado para alcanzar ese eco de sístole-diástole constante y reparador.

“Sobre todo aceptad y soportad con resignación el sufrimiento que Dios os envíe”. Los pastorcitos comenzaron desde ese momento a ofrecer todo lo que les mortificaba, sin buscar otras penitencias, excepto postrarse en tierra para repetir la oración que el ángel les había enseñado.
En alguna ocasión he experimentado y he conocido personalmente también a personas que se afanaban en buscarse penitencias para mortificarse. No es que lo considere inoportuno, pero creo que si primero no se acepta la voluntad de Dios y no se soporta con resignación (“cristiana”, se entiende, es decir : en total acuerdo con los designios de Dios, no refunfuñando a cada tres segundos) las dificultades cotidianas, no nos busquemos “extras” si no podemos ni con la carga que llevamos. Otra cosa bien distinta sería llevar la carga y buscarse algún extra para ofrecerlo al Señor por Amor.

En todas estas manifestaciones ellos recibían una “luz que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba, cómo quería ser amado, el valor del sacrificio, cómo le era agradable y cómo en atención a él convertía a los pecadores”. Que esta luz se derrame también sobre aquellos que siguen ciegos para reconocer el valor de las obras personales en beneficio del prójimo y del ofrecimiento de sacrificios en reparación ante la falta de amor e indiferencia hacia todo un Dios que ama apasionadamente al hombre. Especialmente pido esta luz para los sacerdotes a los que más les cueste ver estas cosas que los pastorcitos tan clarísimamente entendieron aún siendo tan pequeños.

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