Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

Testimonio de conversión del sacerdote José C.

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“Yo soy de familia judía y practicaba la religión judía. Estaba casado y tengo dos hijos. Después de algunas desavenencias con mi esposa, decidimos divorciarnos y yo le di el libelo de repudio, según nuestra religión.

Por mi parte, seguía trabajando en mi negocio y buscando un porvenir para mi vida, cuando el 24 de setiembre de 1982 fui a cenar a un restaurante en compañía de mis padres. Este restaurante “Agua viva” estaba dirigido por unas laicas consagradas. Ya, a la entrada, me impactó una bella imagen de María y, por un impulso interior, le pedí que ayudara a mi padre enfermo. Al final de la cena, las hermanas cantaron el Ave María y esto me emocionó mucho.

Aquí comenzó el proceso de mi conversión, pues la Virgen Santísima me concedió lo que le pedí y, a partir de entonces, todos los meses le llevaba flores a aquella imagen de María.

En febrero del 83 tuve un sueño decisivo. Soñé que me perseguían y me refugié en una casa antigua, colonial. Llegué a un salón grande, donde había un enorme crucifijo. Me postré ante el Cristo crucificado y vi cómo desaparecieron mis perseguidores. Y sentí tanta paz al despertar que, desde entonces, comencé a conocer y a amar más al Señor Jesús.

Ese mismo año me bauticé y, después de mi bautismo, acostumbraba a ir a la Iglesia de S. Pedro, en el centro de Lima, donde me había bautizado, para rezar el rosario, oír misa y comulgar. Todos los días, iba a visitar a mi amigo Jesús Eucaristía y me quedaba de rodillas en silencio ante El. Era mi encuentro personal del día, de la misma manera que lo tuvo el leproso con Jesús hace dos mil años. Así, sin darme cuenta, empezó mi camino al sacerdocio.

Por supuesto que esto no fue fácil, tuve que dejarlo todo, no sólo mi negocio para estudiar en el Seminario, también perder el amor de mi familia. Pero el amor a Cristo fue más fuerte y el 7 de octubre de 1993 me ordené de sacerdote

Llegué a Cristo Eucaristía por María. Y he hecho de la Eucaristía el centro y el sentido de mi vida cristiana y sacerdotal, rezando el rosario completo cada día en honor de María”.

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