"No dejemos de confiar el anhelo hacia la plena unidad de los cristianos a la Madre de Cristo, siempre presente en la obra del Señor y de su Iglesia.
El capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen Gentium la muestra como la mujer que nos precede en nuestro camino de fe sobre la tierra, tiernamente presente en la Iglesia, la cual, al final del segundo milenio, se esfuerza por restablecer entre todos los creyentes en Cristo la unidad que el Señor quiere para ellos.
Ella es Madre de la unidad, porque es Madre del único Cristo. Si por obra del Espíritu Santo dio a luz al Hijo de Dios, que de ella recibió el cuerpo humano, María desea ardientemente la unidad visible también para todos los creyentes que forman el Cuerpo místico de Cristo. Estamos seguros de que la veneración a María, que une con tanta fuerza a Oriente y Occidente, contribuirá a la unidad.
La Virgen Santísima, ya presente por doquier en medio de nosotros, en tantos edificios sagrados y en la vida de tantas familias, habla incesantemente de unidad, por la cual intercede sin cesar.
A María la Iglesia expresa su acción de gracias y le pide que nos haga partícipes de su solicitud por la unidad: abandonémonos a ella con confianza filial, para volvernos a encontrar con ella donde Dios será todo en todos."
El capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen Gentium la muestra como la mujer que nos precede en nuestro camino de fe sobre la tierra, tiernamente presente en la Iglesia, la cual, al final del segundo milenio, se esfuerza por restablecer entre todos los creyentes en Cristo la unidad que el Señor quiere para ellos.
Ella es Madre de la unidad, porque es Madre del único Cristo. Si por obra del Espíritu Santo dio a luz al Hijo de Dios, que de ella recibió el cuerpo humano, María desea ardientemente la unidad visible también para todos los creyentes que forman el Cuerpo místico de Cristo. Estamos seguros de que la veneración a María, que une con tanta fuerza a Oriente y Occidente, contribuirá a la unidad.
La Virgen Santísima, ya presente por doquier en medio de nosotros, en tantos edificios sagrados y en la vida de tantas familias, habla incesantemente de unidad, por la cual intercede sin cesar.
A María la Iglesia expresa su acción de gracias y le pide que nos haga partícipes de su solicitud por la unidad: abandonémonos a ella con confianza filial, para volvernos a encontrar con ella donde Dios será todo en todos."
SS. Juan Pablo II
Carta Apostólica con ocasión del IV Centenario de la Unión de Brest
12 de noviembre de 1995
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