Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

ECOS DE FÁTIMA 25

PEREGRINOS DE FÁTIMA (I)

SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ

(Testimonio de Mons. Alberto Cosme do Amaral, Obispo de Leiria )


Con ocasión del primer aniversario de la muerte de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, es para mí motivo de gran alegría destacar una de las muchas facetas de su espiritualidad: la devoción a Nuestra Señora. Vivió su amor a la Virgen, amor de enamorado, con la profundidad de un teólogo y la sencillez de un niño.

Ya antes de su ordenación percibió que el Señor le pedía algo, que él no sabía concretar ni definir. Pero tenía el deseo ardiente de hacer la voluntad de Dios y, por eso, como el ciego del Evangelio, suplicaba constantemente: «Señor, que vea», y añadía «¡Que sea!».

Desde muy pronto confió a Nuestra Señora la fidelidad total a su vocación. En la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, en 1924, (todavía no era sacerdote), grabó en la peana de una imagen de la Virgen del Pilar esta pequeña jaculatoria: Domina ut sit –«¡Señora, que sea!».

Los cimientos de la Obra, que hoy se llama Opus Dei y cuenta con más de 60.000 asociados de ochenta nacionalidades, se apoyan en la roca viva de la entrañable devoción a Nuestra Señora que tenía su fundador. Más tarde escribiría con un saber, fruto de una experiencia intensamente vivida: «El amor a la Señora es prueba de buen espíritu, en las obras y en las personas singulares. Desconfía de la empresa que no tenga esa señal» (Camino, 505).

El Opus Dei está marcado con esta señal desde sus inicios. Y siempre su fundador recorrió los difíciles caminos de la fidelidad mecido en los brazos amorosos de la Madre de Dios y Madre de los hombres.

Para Monseñor Escrivá, las peregrinaciones a los santuarios marianos eran una de las expresiones más bellas de su devoción tierna y fuerte a Nuestra Señora. Le gustaba hacerlas solo o en pequeños grupos, en un clima de recogimiento e intimidad. ¡Con qué encanto nos habla de aquella peregrinación a la que asistieron tan sólo tres personas al santuario de Sonsoles, en los alrededores de Ávila! ¡Y las de Loreto o Lourdes repetidas tantas veces!

En la década de los cuarenta hizo las primeras visitas a Portugal para poner los cimientos del Opus Dei en nuestra patria, que él amaba entrañablemente y a la que le gustaba llamar «Tierra de Santa María». Para él, venir a Portugal era lo mismo que ir a Fátima. Y fue allí, en la Cova de Iria, donde entregó las primicias de la Obra, destinada a producir frutos maravillosos entre las gentes portuguesas de todas las condiciones.

En Tuy visitó a la hermana Lucía, entonces religiosa dorotea, que comprendió admirablemente el espíritu del Opus Dei: santificación en la vida corriente y ordinaria, contemplación en medio del mundo. Para un socio del Opus Dei su celda es la calle. Una anécdota curiosa: fue Lucía la que intervino en la solución de las dificultades burocráticas para que Monseñor Escrivá pudiese entrar en Portugal en aquel momento. Siendo carmelita en Coimbra, recibió en diversas ocasiones al fundador del Opus Dei, que amaba ardientemente la vida religiosa y en especial a las órdenes contemplativas. El Carmelo de Santa Teresa en Coimbra y la Cova de Iria en Fátima eran escalas obligatorias para Monseñor Escrivá, profundamente contemplativo y mariano.

El fundador del Opus Dei amaba con locura al Romano Pontífice y a los obispos de la Santa Iglesia. Por eso no hacia nada sin su aprobación. Habló varias veces con el obispo de Coimbra, don Antonio Antunes, que apoyó con brazos y corazón abiertos, el arranque en aquella ciudad de la Obra, que entonces daba los primeros pasos.

Trató muy de cerca al obispo de Nuestra Señora, don José Alves Correia da Silva, a quien visitaba cuando hacia sus peregrinaciones a la Cova de Iría. Vivía y enseñaba a vivir aquella norma tan antigua: Nihil sine Episcopo -nada sin el obispo-. Tenía un particular afecto hacia don José, manifestado en muestras evidentes de cariño, como el regalo de unas preciosas sacras para la capilla de la Casa Epis¬copal y un expresivo telegrama que encontré en el archivo.

En mayo de 1967, días antes de la peregrinación del Santo Padre, Monseñor Escrivá se hizo también peregrino del Santuario de Fátima, con aquella devoción filial, afectuosa y tierna de la que era capaz su alma de sacerdote, que siempre quiso ser sacerdote, y sólo sacerdote; sacerdote que amaba apasionadamente a Jesús y a su Madre. Al cruzarse en las carreteras de Portugal con los millares de peregrinos, que a pie se dirigían rumbo a Fátima, exclamaba emocionado: « ¡Que Dios os bendiga por el amor que tenéis a su Madre!».

En otra peregrinación, en el año 1970, el fundador del Opus Dei vino a implorar la protección de la Virgen para la Iglesia Santa, herida por el desamor y por los ataques de sus propios hijos. Yo pude verle emocionado recorrer descalzo la última etapa de su peregrinación, rezando con recogimiento el Santo Rosario acompañado por un pequeño grupo de sus hijos espirituales. ¡Monseñor Escrivá, gran teólogo y canonista, confundido con la gente sencilla de nuestra tierra, con viejecitas piadosas y buenas desgranando las cuentas de su rosario cargado de medallas! Así era el rosario de Monseñor Escrivá, adornado con muchas medallas que él besaba devotamente con la ternura y emoción con que besamos el retrato de nuestras madres. Comprendí entonces cómo la ciencia de un teólogo se puede aliar perfectamente a la piedad de un niño. Pensé en los pastorcitos de Aljustrel que vieron a Nuestra Señora y recibieron de ella el gran mensaje de salvación para el mundo de hoy, y pensé también en los pequeños y sencillos del Evangelio a los cuales el Señor prometió el Reino de los Cielos.

La última peregrinación de Monseñor Escrivá al santuario de Fátima fue en otoño de 1972. Centenares de personas de las más variadas procedencias se unieron a él para rezar devotamente el rosario y para recibir el saludable influjo de su fuerte personalidad humana y sobrenatural. Lo que más destacaba en este hombre de Dios era el ansia incontenida del mismo Jesucristo de salvar a todos.

En aquella ocasión llevó a cabo en Portugal una gran catequesis, sencilla y profunda al mismo tiempo. Millares de personas, en Lisboa y en Oporto, principalmente jóvenes y sacerdotes, pudieron oír encantadas la palabra evangélica que él sembraba a manos llenas, en diálogo familiar y comunicativo. Las palabras le brotaban de un corazón ardiente; por eso convencía y arrastraba.

En el amor a la Virgen Santa, Madre de la Iglesia y Madre de la Humanidad entera; en el amor a la Sagrada Familia, a la que le gustaba llamar la Trinidad de la Tierra; en el amor a la Trinidad del Cielo, aprendió él a amar a todos los hombres de todas las razas y condiciones, culturas y religiones. Con el buen humor que le caracterizaba dijo un día al Papa Juan XXIII que no había aprendido de él el ecumenismo, ya que hacía mucho tiempo que lo vivía.

El siervo de Dios se dio enteramente a los hombres; amó apasionadamente el mundo que salió maravilloso de las manos de Dios Creador. Llegó incluso a hablar de «materialismo cristiano» para dar a entender que las realidades terrenas y temporales, todas las tareas honestas de los hombres, son el lugar y el camino de santidad para los hijos de Dios. Esta es su misión: «hacer divinos todos los caminos de la tierra», bajo la protección de la Virgen Santa María, que encarnó la mayor santidad de cualquier criatura a través de la vida ordinaria de cada día.

Que por la intercesión del fundador del Opus Dei sea finalmente vencida esta gran crisis mundial que es una crisis de santos.

ECOS DE FÁTIMA 24

Conversación con la Hna. Lucía

(Testimonio del P. Agustín Fuentes, sacerdote vicepostulador de las causas de beatificación de Francisco y Jacinta)

26 de diciembre de 1957

"Quiero contaros la última conversación que tuve con Sor Lucía, el 26 de diciembre del año pasado..." "La encontré en su convento muy triste, pálida y demacrada; y me dijo: «Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este mensaje. Los malos, porque no viendo el castigo de Dios, actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen su camino de maldad, sin hacer caso a este Mensaje.»

«Pero, créame Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda: El castigo del cielo es inminente. ¿Qué falta, Padre, para 1960; y qué sucederá entonces? Será una cosa muy triste para todos; y no una algo alegre, si antes el mundo no hace oración y penitencia.»
«No puedo detallar más, ya que es aún secreto que, por voluntad de la Santísima Virgen, solamente pudieran saberlo tanto el Santo Padre como el señor Obispo de Fátima. Ambos no han querido saberlo para no influenciarse. Es la tercera parte del mensaje de Nuestra Señora, que aún permanece secreto hasta esa fecha de 1960.»
«Dígales, Padre, que la Santísima Virgen repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo, que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de ese pobrecita Nación.»
Sor Lucía me decía también: «Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y (el demonio) más fácilmente se apodera de ellas.»
«Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios para hacer oración y sacrificio. ... Lo segundo que santificó a los niños fué la visión del infierno.»
«Por esto Padre no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre la tierra, si el mundo antes no hace oración y penitencia, no. Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado.»
«Padre, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos cada uno en su diócesis; ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. ¡No! Ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha hecho caso. Por eso, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual; que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino.»
«Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los Ultimos Tiempos del mundo, pero me lo dió a demostrar por tres motivos:
- El primero, porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen, y una batalla decisiva, es una batalla final en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.
- Lo segundo, porque me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.
- Y tercero, porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierta angustia el último medio de salvación, Su Santísima Madre.»
«Si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo; porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo; que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos. Y también porque Nuestro Señor es muy buen hijo... y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que, con ejemplos terribles, nos indica cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre.»
«Dos son los medios para salvar al mundo, la oración y el sacrificio... Y luego, el Santo Rosario. Mire Padre, la Santísima Virgen, en estos Ultimos Tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manero que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones.»
«No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario. Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a nuestro Señor, y obtendremos la salvación de muchas almas. Y luego, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al cielo. Esta es la primera parte del Mensaje referente a Nuestra Señora de Fátima; y la segunda parte, que, aunque es más breve, no es menos importante, se refiere al Santo Padre.»

ECOS DE FÁTIMA 23


SANTUARIO IMPREGNADO DEL PAPA WOJTYLA



La preciosa corona que la imagen de la Virgen de Fátima (del Santuario) lleva sólo los días 12 y 13 de cada mes. Fue un obsequio de damas portuguesas. Es de oro macizo, pesa 1,2 kg., está engarzada con 313 perlas y 2,679 piedras preciosas. En el centro fue colocada la bala que Juan Pablo II ofreció a la Señora de Fátima como señal de gratitud por la protección que le dispensó durante el atentado del 13 de mayo de 1981 en Roma.

Durante su visita del año 2000 el Santo Padre le dono a la Virgen un regalo preciado : “Este anillo, con la efigie de Nuestra Señora y las palabras “Totus Tuus”, me lo dio el Cardenal Stefan Wyszynski, en los primeros días de mi Pontificado. Con mucha alegría, lo ofrezco a Nuestra Señora de Fátima en señal de mi profunda gratitud por la protección que me tiene concedida”, decía Juan Pablo II en Fátima un “Santuario impregnado del Papa Wojtyla”

ECOS DE FÁTIMA 22

MISA DE BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA FRANCISCO Y JACINTA EN EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE FÁTIMA

Homilía de Juan Pablo II - 13 de mayo de 2000


1. "Yo te bendigo, Padre, (...) porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños" (Mt 11, 25).

Con estas palabras, amados hermanos y hermanas, Jesús alaba los designios del Padre celestial; sabe que nadie puede ir a él si el Padre no lo atrae (cf. Jn 6, 44), por eso alaba este designio y lo acepta filialmente: "Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (Mt 11, 26). Has querido abrir el Reino a los pequeños.

Por designio divino, "una mujer vestida del sol" (Ap 12, 1) vino del cielo a esta tierra en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre. Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación, mostrándose dispuesta a guiarlos con seguridad hasta Dios. Entonces, de sus manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, y se sintieron sumergidos en Dios, como cuando una persona -explican ellos- se contempla en un espejo.

Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, explicaba: "Estábamos ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que la gente no puede decirlo". Dios: una luz que arde, pero no quema. Moisés tuvo esa misma sensación cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí oyó a Dios hablar, preocupado por la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio de él: "Yo estaré contigo" (cf. Ex 3, 2-12). Cuantos acogen esta presencia se convierten en morada y, por consiguiente, en "zarza ardiente" del Altísimo.

2. Lo que más impresionaba y absorbía al beato Francisco era Dios en esa luz inmensa que había penetrado en lo más íntimo de los tres. Además sólo a él Dios se dio a conocer "muy triste", como decía. Una noche, su padre lo oyó sollozar y le preguntó por qué lloraba; el hijo le respondió: "Pensaba en Jesús, que está muy triste a causa de los pecados que se cometen contra él". Vive movido por el único deseo -que expresa muy bien el modo de pensar de los niños- de "consolar y dar alegría a Jesús".

En su vida se produce una transformación que podríamos llamar radical; una transformación ciertamente no común en los niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que se traduce en una oración asidua y ferviente y llega a una verdadera forma de unión mística con el Señor. Esto mismo lo lleva a una progresiva purificación del espíritu, a través de la renuncia a los propios gustos e incluso a los juegos inocentes de los niños.

Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte, sin quejarse nunca. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con una sonrisa en los labios. En el pequeño Francisco era grande el deseo de reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo sacrificios y oraciones. Y Jacinta, su hermana, casi dos años menor que él, vivía animada por los mismos sentimientos.

3. "Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón" (Ap 12, 3).Estas palabras de la primera lectura de la misa nos hacen pensar en la gran lucha que se libra entre el bien y el mal, pudiendo constatar cómo el hombre, al alejarse de Dios, no puede hallar la felicidad, sino que acaba por destruirse a sí mismo.

¡Cuántas víctimas durante el último siglo del segundo milenio! Vienen a la memoria los horrores de las dos guerras mundiales y de otras muchas en diversas partes del mundo, los campos de concentración y exterminio, los gulag, las limpiezas étnicas y las persecuciones, el terrorismo, los secuestros de personas, la droga y los atentados contra los hijos por nacer y contra la familia.

El mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alertando a la humanidad para que no siga el juego del "dragón", que, con su "cola", arrastró un tercio de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra (cf. Ap 12, 4). La meta última del hombre es el cielo, su verdadera casa, donde el Padre celestial, con su amor misericordioso, espera a todos.

Dios quiere que nadie se pierda; por eso, hace dos mil años, envió a la tierra a su Hijo, "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10). Él nos ha salvado con su muerte en la cruz; ¡que nadie haga vana esa cruz! Jesús murió y resucitó para ser "el primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29).

Con su solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a Fátima, a pedir a los hombres que "no ofendieran más a Dios, nuestro Señor, que ya ha sido muy ofendido". Su dolor de madre la impulsa a hablar; está en juego el destino de sus hijos. Por eso pedía a los pastorcitos: "Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas".

4. La pequeña Jacinta sintió y vivió como suya esta aflicción de la Virgen, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día -cuando tanto ella como Francisco ya habían contraído la enfermedad que los obligaba a estar en cama- la Virgen María fue a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña: "Nuestra Señora vino a vernos, y dijo que muy pronto volvería a buscar a Francisco para llevarlo al cielo. Y a mí me preguntó si aún quería convertir a más pecadores. Le dije que sí". Y, al acercarse el momento de la muerte de Francisco, Jacinta le recomienda: "Da muchos saludos de mi parte a nuestro Señor y a nuestra Señora, y diles que estoy dispuesta a sufrir todo lo que quieran con tal de convertir a los pecadores".

Jacinta se había quedado tan impresionada con la visión del infierno, durante la aparición del 13 de julio, que todas las mortificaciones y penitencias le parecían pocas con tal de salvar a los pecadores.Jacinta bien podía exclamar con san Pablo: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).

El domingo pasado, en el Coliseo de Roma, conmemoramos a numerosos testigos de la fe del siglo XX, recordando las tribulaciones que sufrieron, mediante algunos significativos testimonios que nos han dejado. Una multitud incalculable de valientes testigos de la fe nos ha legado una herencia valiosa, que debe permanecer viva en el tercer milenio.

Aquí, en Fátima, donde se anunciaron estos tiempos de tribulación y nuestra Señora pidió oración y penitencia para abreviarlos, quiero hoy dar gracias al cielo por la fuerza del testimonio que se manifestó en todas esas vidas. Y deseo, una vez más, celebrar la bondad que el Señor tuvo conmigo, cuando, herido gravemente aquel 13 de mayo de 1981, fui salvado de la muerte. Expreso mi gratitud también a la beata Jacinta por los sacrificios y oraciones que ofreció por el Santo Padre, a quien había visto en gran sufrimiento.

5. "Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades a los pequeños". La alabanza de Jesús reviste hoy la forma solemne de la beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta. Con este rito, la Iglesia quiere poner en el candelero estas dos velas que Dios encendió para iluminar a la humanidad en sus horas sombrías e inquietas. Quiera Dios que brillen sobre el camino de esta multitud inmensa de peregrinos y de cuantos nos acompañan a través de la radio y la televisión.

Que sean una luz amiga para iluminar a todo Portugal y, de modo especial, a esta diócesis de Leiría-Fátima.Agradezco a monseñor Serafim, obispo de esta ilustre Iglesia particular, sus palabras de bienvenida, y con gran alegría saludo a todo el Episcopado portugués y a sus diócesis, a las que amo mucho y exhorto a imitar a sus santos. Dirijo un saludo fraterno a los cardenales y obispos presentes, en particular a los pastores de la comunidad de países de lengua portuguesa: que la Virgen María obtenga la reconciliación del pueblo angoleño; consuele a los damnificados de Mozambique; vele por los pasos de Timor Lorosae, Guinea-Bissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe; y conserve en la unidad de la fe a sus hijos e hijas de Brasil.

Saludo con deferencia al señor presidente de la República y demás autoridades que han querido participar en esta celebración; y aprovecho esta ocasión para expresar, en su persona, mi agradecimiento a todos por la colaboración que ha hecho posible mi peregrinación. Abrazo con cordialidad y bendigo de modo particular a la parroquia y a la ciudad de Fátima, que hoy se alegra por sus hijos elevados al honor de los altares.

6. Mis últimas palabras son para los niños: queridos niños y niñas, veo que muchos de vosotros estáis vestidos como Francisco y Jacinta. ¡Estáis muy bien! Pero luego, o mañana, dejaréis esos vestidos y... los pastorcitos desaparecerán. ¿No os parece que no deberían desaparecer? La Virgen tiene mucha necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús, triste por los pecados que se cometen; tiene necesidad de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores.

Pedid a vuestros padres y educadores que os inscriban a la "escuela" de Nuestra Señora, para que os enseñe a ser como los pastorcitos, que procuraban hacer todo lo que ella les pedía. Os digo que "se avanza más en poco tiempo de sumisión y dependencia de María, que en años enteros de iniciativas personales, apoyándose sólo en sí mismos" (san Luis María Grignion de Montfort, Tratado sobre la verdadera devoción a la santísima Virgen, n. 155). Fue así como los pastorcitos rápidamente alcanzaron la santidad.

Una mujer que acogió a Jacinta en Lisboa, al oír algunos consejos muy buenos y acertados que daba la pequeña, le preguntó quién se los había enseñado: "Fue Nuestra Señora", le respondió. Jacinta y Francisco, entregándose con total generosidad a la dirección de tan buena Maestra, alcanzaron en poco tiempo las cumbres de la perfección.

7. "Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños".Yo te bendigo, Padre, por todos tus pequeños, comenzando por la Virgen María, tu humilde sierva, hasta los pastorcitos Francisco y Jacinta.Que el mensaje de su vida permanezca siempre vivo para iluminar el camino de la humanidad.

ECOS DE FÁTIMA 21

Homilía de Juan Pablo II en el Santuario de Fátima
durante su Visita Apostólica a Portugal

13 de mayo de 1982


1. “E da quel momento il discepolo la prese nella sua casa” (Gv 19,27).
Con queste parole si chiuse il Vangelo dell’odierna liturgia a Fatima. Il nome del discepolo era Giovanni. Proprio lui, Giovanni, figlio di Zebedeo, apostolo ed evangelista, sentì dall’alto della croce le parole di Cristo: “Ecco la tua madre”. Prima invece Cristo aveva detto a sua Madre: “Donna, ecco il tuo figlio”.
Era questo un mirabile testamento.
Lasciando questo mondo Cristo diede a sua Madre un uomo che fosse per lei come un figlio: Giovanni. Lo affidò a lei. E, in conseguenza di questo dono e di questo affidamento, Maria diventò madre di Giovanni. La Madre di Dio è divenuta madre dell’uomo.
Da quell’ora Giovanni “la prese nella sua casa” e diventò il custode terreno della Madre del suo Maestro; è infatti diritto e dovere dei figli aver cura della madre. Soprattutto però Giovanni diventò per volontà di Cristo il figlio della Madre di Dio. E in Giovanni diventò figlio di lei ogni uomo.

2. “La prese della sua casa” può anche significare, letteralmente, nella sua abitazione.
Una particolare manifestazione della maternità di Maria riguardo agli uomini sono i luoghi, nei quali Ella s’incontra con loro; le case nelle quali Ella abita; case nelle quali si risente una particolare presenza della Madre.
Tali luoghi e tali case sono numerosissimi. E sono di una grande varietà: dalle edicole nelle abitazioni o lungo le strade, nelle quali risplende l’immagine della Madre di Dio, alle Cappelle e alle Chiese costruite in suo onore. Ci sono però alcuni luoghi, nei quali gli uomini sentono particolarmente viva la presenza della Madre. A volte questi posti irradiano ampiamente la loro luce, attirano la gente da lontano. Il loro raggio può estendersi ad una diocesi, a un’intera nazione, a volte a più nazioni e persino a più continenti. Sono questi i Santuari mariani.
In tutti questi luoghi si realizza in modo mirabile quel singolare testamento del Signore Crocifisso: l’uomo vi si sente consegnato e affidato a Maria; l’uomo vi accorre per stare con lei come con la propria Madre; l’uomo apre a lei il suo cuore e le parla di tutto: “la prende nella sua casa”, cioè dentro tutti i suoi problemi, a volte difficili. Problemi propri ed altrui. Problemi delle famiglie, delle società, delle nazioni, dell’intera umanità.

3. Non è così il Santuario di “Lourdes” nella vicina Francia? Non lo è “Jasna Góra” in terra polacca, il Santuario della mia Nazione, che celebra quest’anno il suo giubileo di seicento anni?
Sembra che anche lì, come in tanti altri Santuari mariani sparsi nel mondo, con una forza di particolare autenticità risuonino queste parole dell’odierna liturgia:
“Tu splendido onore della nostra gente” (Gdt 15,10), ed anche le altre:
“Di fronte all’umiliazione della nostra stirpe /... hai sollevato il nostro abbattimento / comportandoti rettamente davanti al nostro Dio” (Gdt 13,20).
Queste parole risuonano a Fatima così come un’eco particolare delle esperienze non solo della nazione portoghese, ma anche di tante altre nazioni e popoli che si trovano sul globo terrestre: sono anzi l’eco della esperienza di tutta l’umanità contemporanea, di tutta la famiglia umana.

4. Vengo dunque qui oggi perché proprio in questo giorno dello scorso anno, in piazza san Pietro a Roma, si è verificato l’attentato alla vita del Papa, misteriosamente coinciso con l’anniversario della prima apparizione a Fatima, che ebbe luogo il 13 maggio del 1917.
Queste date si sono incontrate tra loro in modo tale che mi è parso di riconoscervi una speciale chiamata a venire qui. Ed ecco, oggi sono qui. Sono venuto a ringraziare la Divina Provvidenza in questo luogo che la Madre di Dio sembra avere così particolarmente scelto. “Misericordiae Domini, quia non sumus consumpti” (Lam 3,22), ripeto ancora una volta con il profeta.
Sono venuto soprattutto per confessare qui la gloria di Dio stesso:
“Benedetto il Signore Dio che ha creato il cielo e la terra”, dico con le parole dell’odierna liturgia (Gdt 13,18).
E verso il Creatore del cielo e della terra alzo anche quello speciale inno di gloria, che è lei stessa, l’Immacolata Madre del Verbo incarnato:
“Benedetta sei tu, figlia, davanti al Dio altissimo più di tutte le donne che vivono sulla terra...
Davvero il coraggio che ti ha sostenuto non cadrà dal cuore degli uomini che ricorderanno per sempre la potenza di Dio. Dio dia esito felice a questa impresa a tua perenne esaltazione” (Gdt 13,18-20).
Alla base di questo canto di lode, che la Chiesa eleva con gioia qui come in tanti luoghi della terra, si trova l’incomparabile scelta di una figlia del genere umano come Madre di Dio.
E dunque sia adorato soprattutto Dio: Padre, Figlio e Spirito Santo.
Sia benedetta e venerata Maria, tipo della Chiesa, in quanto “dimora della santissima Trinità”.

5. Sin dal tempo in cui Gesù, morendo sulla croce, disse a Giovanni: “Ecco la tua Madre”; sin dal tempo in cui “il discepolo la prese nella sua casa”, il mistero della maternità spirituale di Maria ha avuto il suo adempimento nella storia con un’ampiezza senza confini. Maternità vuol dire sollecitudine per la vita del figlio. Ora, se Maria è madre di tutti gli uomini, la sua premura per la vita dell’uomo è di una portata universale. La premura di una madre abbraccia l’uomo intero. La maternità di Maria ha il suo inizio nella sua materna cura per Cristo. In Cristo Ella ha accettato sotto la croce Giovanni e, in lui, ha accettato ogni uomo e tutto l’uomo. Maria tutti abbraccia con una sollecitudine particolare nello Spirito Santo. È infatti lui, come professiamo nel nostro “Credo”, colui che “dà la vita”. È lui che dà la pienezza della vita aperta verso l’eternità.
La maternità spirituale di Maria è dunque partecipazione alla potenza dello Spirito Santo, di Colui che “dà la vita”. Essa è insieme l’umile servizio di Colei che dice di sé: “Eccomi, sono la serva del Signore” (Lc 1,38).
Alla luce del mistero della maternità spirituale di Maria, cerchiamo di capire lo straordinario messaggio, che cominciò a risuonare nel mondo da Fatima sin dal 13 maggio 1917 e si prolungò per cinque mesi fino al 13 ottobre dello stesso anno.

6. La Chiesa ha sempre insegnato e continua a proclamare che la rivelazione di Dio è portata a compimento in Gesù Cristo, il quale ne è la pienezza, e che “non è da aspettarsi alcun’altra rivelazione pubblica prima della manifestazione gloriosa del Signore” (Dei Verbum, 4). La Chiesa valuta e giudica le rivelazioni private secondo il criterio della loro conformità con tale unica Rivelazione pubblica.
Se la Chiesa ha accolto il messaggio di Fatima è soprattutto perché esso contiene una verità e una chiamata, che nel loro fondamentale contenuto sono la verità e la chiamata del Vangelo stesso.
“Convertitevi, (fate penitenza) e credete al Vangelo” (Mc 1,15), sono queste le prime parole del Messia rivolte all’umanità. Il messaggio di Fatima è nel suo nucleo fondamentale la chiamata alla conversione e alla penitenza, come nel Vangelo. Questa chiamata è stata pronunciata all’inizio del XX secolo, e, pertanto, a questo secolo è stata particolarmente rivolta. La Signora del messaggio sembra leggere con una speciale perspicacia i “segni dei tempi”, i segni del nostro tempo.
L’appello alla penitenza è materno e, al tempo stesso, forte e deciso. La carità che “si compiace della verità” (1Cor 13,6), sa essere schietta e decisa. La chiamata alla penitenza si unisce, come sempre, con la chiamata alla preghiera. Conformemente alla tradizione di molti secoli, la Signora del messaggio di Fatima indica il “Rosario”, che giustamente si può definire “la preghiera di Maria”: la preghiera, nella quale Ella si sente particolarmente unita con noi. Lei stessa prega con noi. Con questa preghiera si abbracciano i problemi della Chiesa, della Sede di san Pietro, i problemi di tutto il mondo. Inoltre, si ricordano i peccatori, perché si convertano e si salvino, e le anime del purgatorio.
Le parole del messaggio sono state rivolte a fanciulli dai 7 ai 10 anni d’età. I fanciulli, come Bernardetta di Lourdes, sono particolarmente privilegiati in queste apparizioni della Madre di Dio.
Da qui il fatto che anche il suo linguaggio è semplice, a misura della loro comprensione. I bambini di Fatima sono diventati gli interlocutori della Signora del messaggio ed anche i suoi collaboratori. Una di essi vive ancora.

7. Quando Gesù disse sulla Croce: “Donna, ecco il tuo figlio” (Gv 19,26) – in modo nuovo aprì il cuore di sua Madre, il Cuore Immacolato, e le rivelò la nuova dimensione dell’amore e la nuova portata dell’amore, al quale era chiamata nello Spirito Santo con la forza del sacrificio della Croce.
Nelle parole di Fatima ci sembra di ritrovare proprio questa dimensione dell’amore materno, che col suo raggio comprende tutta la strada dell’uomo verso Dio: quella che conduce attraverso la terra, e quella che va, attraverso il purgatorio, oltre la terra. La sollecitudine della Madre del Salvatore è la sollecitudine per l’opera della salvezza: l’opera del suo Figlio. È sollecitudine per la salvezza, per l’eterna salvezza di tutti gli uomini. Mentre si compiono ormai 65 anni da quel 13 maggio 1917, è difficile non scorgere come questo amore salvifico della Madre abbracci nel suo raggio, in modo particolare, il nostro secolo.
Alla luce dell’amore materno comprendiamo tutto il messaggio della Signora di Fatima. Ciò che più direttamente si oppone al cammino dell’uomo verso Dio è il peccato, il perseverare nel peccato, e, infine, la negazione di Dio. La programmata cancellazione di Dio dal mondo dell’umano pensiero. Il distacco da lui di tutta la terrena attività dell’uomo. Il rifiuto di Dio da parte dell’uomo.
In realtà l’eterna salvezza dell’uomo è solo in Dio. Il rifiuto di Dio da parte dell’uomo, se diventa definitivo, guida logicamente al rifiuto dell’uomo da parte di Dio (cf. Mt 7,23; 10,33), la dannazione.
Può la Madre, la quale con tutta la potenza del suo amore, che nutre nello Spirito Santo, desidera la salvezza di ogni uomo, tacere su ciò che mina le basi stesse di questa salvezza? No, non lo può!
Per questo, il messaggio della Signora di Fatima, così materno, è al tempo stesso così forte e deciso. Sembra severo. È come se parlasse Giovanni Battista sulle sponde del Giordano. Invita alla penitenza. Avverte. Chiama alla preghiera. Raccomanda il Rosario.
Questo messaggio è rivolto ad ogni uomo. L’amore della Madre del Salvatore arriva dovunque giunge l’opera della salvezza. Oggetto della sua premura sono tutti gli uomini della nostra epoca, ed insieme le società, le nazioni e i popoli. Le società minacciate dalla apostasia, minacciate dalla degradazione morale. Il crollo della moralità porta con sé il crollo delle società.

8. Cristo disse sulla Croce: “Donna, ecco il tuo figlio”. Con questa parola aprì, in modo nuovo, il Cuore di sua Madre. Poco dopo, la lancia del soldato romano trafisse il costato del Crocifisso.
Quel Cuore trafitto è diventato il segno della redenzione compiuta mediante la morte dall’Agnello di Dio.
Il Cuore Immacolato di Maria, aperto dalla parola: “Donna, ecco il tuo figlio”, si incontra spiritualmente col Cuore del Figlio aperto dalla lancia del soldato. Il Cuore di Maria è stato aperto dallo stesso amore per l’uomo e per il mondo, con cui Cristo ha amato l’uomo ed il mondo, offrendo per essi se stesso sulla Croce, fino a quel colpo di lancia del soldato.
Consacrare il mondo al Cuore Immacolato di Maria significa avvicinarci, mediante l’intercessione della Madre, alla stessa Sorgente della Vita, scaturita sul Golgota. Questa Sorgente ininterrottamente zampilla con la redenzione e con la grazia. Continuamente si compie in essa la riparazione per i peccati del mondo. Incessantemente essa è fonte di vita nuova e di santità.
Consacrare il mondo all’Immacolato Cuore della Madre, significa ritornare sotto la Croce del Figlio. Di più: vuol dire consacrare questo mondo al Cuore trafitto del Salvatore, riportandolo alla fonte stessa della sua Redenzione. La Redenzione è sempre più grande del peccato dell’uomo e del “peccato del mondo”. La potenza della Redenzione supera infinitamente tutta la gamma del male, che è nell’uomo e nel mondo.
Il Cuore della Madre ne è consapevole, come nessun altro in tutto il cosmo, visibile ed invisibile.
E per questo chiama.
Chiama non solo alla conversione, chiama a farci aiutare da lei, Madre, per ritornare alla fonte della Redenzione.

9. Consacrarsi a Maria significa farsi aiutare da lei ad offrire noi stessi e l’umanità a “Colui che è Santo”, infinitamente Santo; farsi aiutare da lei – ricorrendo al suo Cuore di Madre, aperto sotto la croce all’amore verso ogni uomo, verso il mondo intero – per offrire il mondo, e l’uomo, e l’umanità, e tutte le nazioni, a Colui che è infinitamente Santo. La santità di Dio si è manifestata nella redenzione dell’uomo, del mondo, dell’intera umanità, delle nazioni: redenzione avvenuta mediante il Sacrificio della Croce. “Per loro io consacro me stesso”, aveva detto Gesù (Gv 17,19).
Con la potenza della redenzione il mondo e l’uomo sono stati consacrati. Sono stati consacrati a Colui che è infinitamente Santo. Sono stati offerti ed affidati all’Amore stesso, all’Amore misericordioso.
La Madre di Cristo ci chiama e ci invita ad unirci alla Chiesa del Dio vivo in questa consacrazione del mondo, in questo affidamento mediante il quale il mondo, l’umanità, le nazioni, tutti i singoli uomini sono offerti all’Eterno Padre con la potenza della Redenzione di Cristo. Sono offerti nel Cuore del Redentore trafitto sulla Croce.
La Madre del Redentore ci chiama, ci invita e ci aiuta ad unirci a questa consacrazione, a questo affidamento del mondo. Allora infatti ci troveremo il più vicino possibile al Cuore di Cristo trafitto sulla Croce.

10. Il contenuto dell’appello della Signora di Fatima è così profondamente radicato nel Vangelo e in tutta la Tradizione, che la Chiesa si sente impegnata da questo messaggio.
Essa vi ha risposto col Servo di Dio Pio XII (la cui ordinazione episcopale era avvenuta precisamente il 13 maggio 1917), il quale volle consacrare al Cuore Immacolato di Maria il genere umano e specialmente i popoli della Russia. Con quella consacrazione egli non ha soddisfatto forse all’evangelica eloquenza dell’appello di Fatima?
Il Concilio Vaticano II, nella costituzione dogmatica sulla Chiesa Lumen Gentium e nella costituzione pastorale sulla Chiesa nel mondo contemporaneo Gaudium et Spes, ha illustrato ampiamente le ragioni del legame che unisce la Chiesa con il mondo di oggi. Al tempo stesso, il suo insegnamento sulla particolare presenza di Maria nel mistero di Cristo e della Chiesa, è maturato nell’atto con cui Paolo VI, chiamando Maria anche “Madre” della Chiesa, ha indicato in modo più profondo il carattere della sua unione con la Chiesa, e della sua sollecitudine per il mondo, per l’umanità, per ogni uomo, per tutte le nazioni: la sua maternità.
In questo modo si è approfondita ancora di più la comprensione del senso della consacrazione, che la Chiesa è chiamata a fare ricorrendo all’aiuto del Cuore della Madre di Cristo e Madre nostra.

11. Con che cosa si presenta, oggi, davanti alla Genitrice del Figlio di Dio, nel suo Santuario di Fatima, Giovanni Paolo II, successore di Pietro, prosecutore dell’opera di Pio, di Giovanni, di Paolo, e particolare erede del Concilio Vaticano II?
Si presenta, rileggendo con trepidazione quella chiamata materna alla penitenza, alla conversione: quell’appello ardente del Cuore di Maria risuonato a Fatima 65 anni fa. Sì, lo rilegge con la trepidazione nel cuore, perché vede quanti uomini e quante società, quanti cristiani, siano andati nella direzione opposta a quella indicata dal messaggio di Fatima. Il peccato ha guadagnato un così forte diritto di cittadinanza nel mondo e la negazione di Dio si è così ampiamente diffusa nelle ideologie, nelle concezioni e nei programmi umani!
Ma proprio per questo, l’invito evangelico alla penitenza e alla conversione, pronunciato con le parole della Madre, è sempre attuale. Ancora più attuale di 65 anni fa. E ancor più urgente. Perciò esso diventa l’argomento del prossimo Sinodo dei Vescovi, nell’anno venturo, Sinodo al quale già ci stiamo preparando.
Il successore di Pietro si presenta qui anche come testimone delle immense sofferenze dell’uomo, come testimone delle minacce quasi apocalittiche, che incombono sulle nazioni e sull’umanità.
Queste sofferenze egli cerca di abbracciare col proprio debole cuore umano, mentre si pone di fronte al mistero del Cuore della Madre, del Cuore Immacolato di Maria.
Nel nome di queste sofferenze, con la consapevolezza del male che dilaga nel mondo e minaccia l’uomo, le nazioni, l’umanità, il successore di Pietro si presenta qui con una fede più grande nella redenzione del mondo, in questo Amore salvifico che è sempre più forte, sempre più potente di ogni male.
Se dunque il cuore si stringe per il senso del peccato del mondo e per la gamma delle minacce, che si addensano sull’umanità, questo stesso cuore umano si dilata nella speranza col compiere ancora una volta ciò che hanno già fatto i miei predecessori: consacrare cioè il mondo al Cuore della Madre, consacrargli specialmente quei popoli, che ne hanno particolarmente bisogno. Questo atto vuol dire consacrare il mondo a Colui che è infinita Santità. Questa Santità significa redenzione, significa amore più potente del male.
Mai nessun “peccato del mondo” può superare questo Amore.
Ancora una volta. Infatti l’appello di Maria non è per una volta sola. Esso è aperto alle sempre nuove generazioni, secondo i sempre nuovi “segni dei tempi”. Si deve incessantemente ad esso ritornare. Riprenderlo sempre di nuovo.

12. Scrisse l’Autore dell’Apocalisse:
“Vidi anche la città santa, la nuova Gerusalemme, scendere dal cielo, da Dio, pronta come una sposa adorna per il suo sposo. Udii allora una voce potente che usciva dal trono: "Ecco la dimora di Dio con gli uomini! Egli dimorerà tra di loro ed essi saranno suo popolo, ed egli sarà il Dio-con-loro"” (Ap 21,2ss).
Di tale fede vive la Chiesa.
Con tale fede cammina il Popolo di Dio.
“La dimora di Dio con gli uomini” è già sulla terra.
E in essa è il Cuore della Sposa e della Madre, Maria, ornato con il gioiello dell’immacolata concezione: il Cuore della Sposa e della Madre aperto sotto la Croce dalla parola del Figlio ad un nuovo grande amore dell’uomo e del mondo; il Cuore della Sposa e della Madre consapevole di tutte le sofferenze degli uomini e delle società di questa terra.
Il Popolo di Dio è pellegrino sulle strade di questo mondo nella direzione escatologica. Compie il pellegrinaggio verso l’eterna Gerusalemme, verso la “dimora di Dio con gli uomini”.
Là, Dio “tergerà ogni lacrima dai loro occhi; non ci sarà più la morte, né lutto, né lamento, né affanno, perché le cose di prima sono passate” (cf. Ap 21,4).
Ma ora “le cose di prima” durano ancora. Proprio esse costituiscono lo spazio temporale del nostro pellegrinaggio.
Perciò guardiamo verso “Colui che siede sul trono, che dice: "Ecco, io faccio nuove tutte le cose"” (cf. Ap 21,5).
Ed insieme all’evangelista ed apostolo cerchiamo di vedere con gli occhi della fede “il cielo e la terra nuovi” perché il cielo di prima e la terra di prima sono già passati...
Ma finora “il cielo di prima e la terra di prima” perdurano intorno a noi e dentro di noi. Non possiamo ignorarlo. Questo ci consente però di riconoscere quale immensa grazia è stata concessa all’uomo quando, in mezzo a questo peregrinare, sull’orizzonte della fede dei nostri tempi si è acceso questo “Segno grandioso: una Donna” (Ap 12,1)!
Sì, veramente possiamo ripetere: “Benedetta sei tu, figlia, davanti al Dio altissimo più di tutte le donne che vivono sulla terra!
... comportandoti rettamente, davanti al nostro Dio,
... hai sollevato il nostro abbattimento”.
Veramente! Sei benedetta!
Sì, qui e in tutta la Chiesa, nel cuore di ogni uomo e nel mondo intero: sii benedetta o Maria, Madre nostra dolcissima!

ECOS DE FÁTIMA 20

COMENTARIO TEOLÓGICO AL TERCER SECRETO


En el comentario teológico al tercer secreto de Fátima, realizado por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 26 de junio de 2000 se recogen algunos puntos de la interpretación que debe tener en el seno de la Iglesia este documento transmitido por la Hna. Lucía.

“¿Es esto lo que quería comunicar la Madre del Señor a la cristiandad, a la humanidad en un tiempo de grandes problemas y angustias? ¿Nos es de ayuda al inicio del nuevo milenio?” empieza preguntándose.
A continuación distingue entre el significado de la Revelación pública y las revelaciones privadas, determinando su lugar teológico. En cuanto a este punto enuncia que “aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada”, ya que como nos dice el Señor en el Evangelio “Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa”.

“El Concilio Vaticano II señala tres maneras esenciales en que se realiza la guía del Espíritu Santo en la Iglesia y, en consecuencia, el «crecimiento de la Palabra»: a través de la meditación y del estudio por parte de los fieles, por medio del conocimiento profundo, que deriva de la experiencia espiritual y por medio de la predicación”

En cuanto a las revelaciones “privadas”, Su función no es la de “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de “ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia”. Es una “ayuda para la fe”, “creíble porque remite a la única revelación pública”. Como dice S. Pablo en su Primera Carta a los Tesalonicenses : «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa y quedaos con lo que es bueno» (5, 19-21).
Describe a continuación la estructura antropológica de las revelaciones privadas, ya que “no se trata de la normal percepción externa de los sentidos”, “no se trata de una «visión» intelectual, sin imágenes, como se da en otros grados de la mística”, pertenece por tanto a “una categoría intermedia, la percepción interior, que ciertamente tiene en el vidente la fuerza de una presencia que, para él, equivale a la manifestación externa sensible”, aunque sea “suprasensible”, visión con los «sentidos internos» que “exige una vigilancia interior del corazón que generalmente no se tiene a causa de la fuerte presión de las realidades externas y de las imágenes y pensamientos que llenan el alma”.

Los niños son los destinatarios preferidos porque “el alma está aún poco alterada y su capacidad interior de percepción está aún poco deteriorada”. («De la boca de los niños y de los lactantes has recibido la alabanza», Salmo 8)
Son visiones que pueden ser descifradas sólo a «posteriori» porque se debe estudiar la “visión como conjunto, y a partir del conjunto de imágenes deben ser comprendidos los aspectos particulares”. Son una “llamada y guía hacia la voluntad de Dios.”
Haciendo un intento de interpretación del secreto de Fátima, sobre todo la parte de la visión del infierno, se podría partir de la Primera Carta de Pedro: «meta de vuestra fe es la salvación de las almas» (1,9). El camino propuesto sería “la devoción al Corazón Inmaculado de María”, y lo argumenta poniendo como ejemplo que el corazón es el “centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior”

No obstante, “Sor Lucia dio la visión, no su interpretación”. Como ella misma defendía “la interpretación no es competencia del vidente, sino de la Iglesia”.

En el mensaje se repite : «¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!» y parece reiterar el comienzo del Evangelio: «paenitemini et credite evangelio» (Mc 1,15). El objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad.

El Papa Juan Pablo II “había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, con las siguientes palabras: «...fue una mano materna a guiar la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte» (13 de mayo de 1994). Que una «mano materna» haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.”
”La conclusión del «secreto» recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe. Es una visión consoladora, que quiere hacer maleable por el poder salvador de Dios una historia de sangre y lágrimas”

Son también parte del mensaje “la exhortación a la oración como camino para la «salvación de las almas» y, la llamada a la penitencia y a la conversión. “

«Mi Corazón Inmaculado triunfará». ¿Qué quiere decir esto? “Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este «sí» Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: «padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.”

ECOS DE FÁTIMA 19

EL OBISPO VESTIDO DE BLANCO


La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo del segundo milenio, que es un interminable Vía Crucis dirigido por los Papas del Siglo XX. Según la interpretación de los pastorcillos, confirmada recientemente por Sor Lucía, el "Obispo vestido de blanco" es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego.

Después del atentado del 13 de mayo de 1981, a Su Santidad le pareció claro que había sido "una mano materna quien desvió la trayectoria de la bala", permitiendo al "Papa agonizante" detenerse "a las puertas de la muerte". Los acontecimientos de 1989 han llevado, tanto en la Unión Soviética como en numerosos Países del Este, a su caída.

Juan Pablo II, que ha roto muchos moldes en su pontificado, demostró que está en pleno vigor intelectual, y a pesar de los achaques físicos de sus 80 años, beatificó a los dos niños de Fátima, los únicos menores que podrán ser santos sin haber sido mártires.

El cardenal Sodano anunció la próxima difusión de las revelaciones de la Virgen, pues el propio Juan Pablo II ha pedido a la Congregación para la Doctrina de la Fe que lo haga público en los próximos días. La protección a la que se alude en el misterio se plasmó de modo especial en el atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro del Vaticano, cuando fue tiroteado por el turco Ali Agca y salvó la vida cuando había sido gravísimamente herido.

«El Papa, caminando penosamente hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados cae por tierra como muerto bajo los tiros de un arma de fuego». Por este motivo, «a Su Santidad le pareció que fue una mano materna la que guió la trayectoria de la bala», permitiendo que «el Papa agonizante» se detuviese «en el límite de la muerte». Aunque muchos lo esperaban, no fue el Papa Juan Pablo II quien se refirió al tercer secreto de Fátima durante la ceremonia de beatificación de los pastorcillos Francisco y Jacinta Marto, por haber sido él el protagonista y por tratarse de una revelación particular.

Durante la homilía, el millón de personas que asistió a la ceremonia sí oyó al pontífice confirmar lo que ya se conocía de lo confiado por la Virgen a los tres niños: las muertes prematuras de Jacinta y Francisco, la existencia del infierno, el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la segunda. Y ha señalado que el mensaje de la Virgen es un llamamiento a la conversión. Allí estaba Lucía dos Santos, carmelita descalza en Coimbra, la tercera persona que presenció la aparición y única superviviente, que tiene 93 años. Minutos antes del comienzo de la ceremonia de beatificación, tuvo lugar una entrañable entrevista entre Juan Pablo II y la hermana Lucía de Jesús, prima mayor de los beatos Francisco y Jacinta y única superviviente de los niños que presenciaron las apariciones de la Virgen.

A la misa han asistido miles de niños ataviados con trajes como los que usaban los pastorcillos. El Papa les ha animado a que sean como los nuevos beatos, «ya que la Virgen tiene necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús y necesita de vuestras plegarias y sacrificios para los pecadores». El Cardenal Sodano resaltó la protección y los desvelos de la Virgen en torno a la "familia humana" y la necesidad de sacrificio y oración. Concluyó diciendo que el Papa ha ordenado a la Congregación de la Doctrina de la Fe que divulgue en breve tiempo, el contenido del tercer secreto de Fátima, interpretado según los tiempos y la doctrina de la Iglesia.

La presencia del Papa en Portugal se ha visto acompañada por un auténtico fervor popular, un millón de peregrinos, según fuentes del gobierno regional del Santarem, siguieron al Papa en las escasas 24 horas que duró su estancia en el país. Desde la llegada del Pontífice a tierras portuguesas, los medios de comunicación han dedicado una atención preferente y continúa a todos los movimientos del Papa, con emisiones ininterrumpidas de las cadenas de televisión y radio. El Papa, que agradeció la acogida de las autoridades portuguesas a este viaje religioso, fue cumplimentado por el presidente de la República, Jorge Sampaio y el primer Ministro, Antonio Guterres. Antes del encuentro, el Pontífice recorrió en su papamóvil la explanada del recinto donde cientos de miles de peregrinos aguardaban, enfervorizados, el comienzo del acto.

La hermana Lucía desveló dos partes del secreto, pero la última permanecía guardada en su memoria, en la del Papa y en la de su mano derecha, el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

«Si se escuchan mis peticiones -dice la Señora, Rusia se convertirá y habrá paz. De lo contrario, Rusia propagará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia; muchos justos serán martirizados; el Santo Padre sufrirá mucho y muchas naciones serán suprimidas. Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Papa consagrará Rusia a mi Corazón Inmaculado, ésta se convertirá y el mundo tendrá un período de paz». La consagración pedida por la Virgen fue efectuada por Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984. Meses después, Gorbachov llegaba al poder, ponía en marcha la ‘perestroika’ y la Santa Rusia volvía a nacer de sus cenizas.

Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I protegieron el tercer secreto, pero Karol Wojtyla no ha querido marcharse del santuario sin revelar el secreto, ya que fue aquí, en la Cova de Iría, donde la Virgen predijo la conversión de Rusia, y confió a Francisco, Jacinta y Lucía el magnicidio frustrado de Juan Pablo II. Los fieles se llenaban de lágrimas y rezaban devotamente.

Cansado, exhausto, tembloroso, pero alegre, Karol Wojtyla se marchó de Portugal, satisfecho de haber descubierto en Fátima el gran misterio que la Iglesia se negaba a desvelar. Sabemos que Juan Pablo II preguntó a Sor Lucía la edad -93 años-, los recuerdos de entonces y los deseos de ahora.

El Papa dijo en su homilía: "Cuántas víctimas hay que lamentar en el curso del último siglo. Mi pensamiento va a los horrores de las grandes guerras, a los campos de concentración y de exterminio, a los gulags, a la limpieza étnica y las persecuciones, al terrorismo, a los raptos, a la droga, a los atentados contra la vida y contra la familia".

Había banderas portuguesas, polacas, españolas, pero el mayor símbolo iconográfico era el retrato de los dos pastorcillos en la fachada monumental de la basílica. La misa fue concelebrada por más de mil sacerdotes y decenas de obispos y cardenales.

El Papa hizo la confirmación de la existencia del infierno cuando dijo que Jacinta "quedó tan afectada por la visión del infierno, que la Virgen le mostró en la aparición del 13 de julio, que todas las mortificaciones y penitencias les parecían poca cosa para salvar a los pecadores". "Cuando el hombre deja a Dios a un lado no puede alcanzar la felicidad". Juan Pablo II dijo también: "Expreso mi reconocimiento a la beata Jacinta por los sacrificios y rezos hechos para el Papa, al que vio sufrir". Con esas últimas palabras confirmó la revelación de la Virgen de que el sucesor de San Pedro sufriría mucho a final de siglo. También dijo que la Virgen vino a Fátima para pedir a los hombres "que no ofendan más a Dios, que ha sido ya muy ofendido".

Y expresó su solidaridad con los países de cultura portuguesa. Pidió a la Virgen la reconciliación del pueblo angoleño, que conforte a los damnificados de las inundaciones de Mozambique, que vigile los primeros pasos del recién nacido Timor y de Guinea Bissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Brasil. Animó a los niños a que sean como los nuevos beatos, "ya que la Virgen tiene necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús y necesita de vuestras plegarias y sacrificios para los pecadores". Juan Pablo II también tuvo palabras de consuelo para las decenas de enfermos presentes en la ceremonia, a los que dijo que si alguien les hace pensar que están en el final de la vida, no deben creerlo "ya que la última estación no es el invierno, sino la primavera de la resurrección". "La totalidad de vuestras vidas se extiende fuera de los confines terrestres: está previsto el Cielo", dijo.

ECOS DE FÁTIMA 18

UNA SENCILLA HOJA DE PAPEL

Aunque Sor Lucia se resistió, por fin, escribió el secreto en una sencilla hoja de papel que dobló en cuatro partes y luego lacró. El 9 de enero de 1944, la vidente envió una carta al obispo de Leiría confirmándole que había cumplido su orden. Monseñor Correia da Silva no quiso abrir el sobre sellado que contenía el secreto, sino que lo guardó cuidadosamente. El 8 de diciembre de 1945, lo metió dentro de otro sobre, también lacrado, en el que escribió: «Para entregar a Su Eminencia el Señor Cardenal D. Manuel, Patriarca de Lisboa, después de mi muerte».

El sobre llegó al Vaticano en abril de 1957, en la etapa final del pontificado de Pío XII, fallecido en octubre de 1958, que probablemente no lo leyó. Su sucesor, Juan XXIII solicitó el texto y lo recibió el 17 de agosto de 1959 en Castelgandolfo, donde lo leyó junto a su confesor y pidió poco después la ayuda de un monseñor portugués, Paulo José Tavares, después obispo de Macao, para que le explicase el sentido del texto.

Como sor Lucía había indicado que el secreto no se hiciese público antes de 1960, a menos que ella falleciese con anterioridad a esa fecha, muchísima gente esperaba su revelación el 13 de mayo de aquel año. Juan XXIII les decepcionó. Ahora que se conoce el contenido, resulta más fácil comprender por qué en una ocasión el «Papa bueno» cortó de raíz la curiosidad del cardenal Silvio Oddi, que deseaba conocer los motivos de la negativa a hacerlo público, repitiéndole por dos veces: «No me hables de eso». Lo mismo hizo Pablo VI, Juan Pablo I, e incluso el propio Juan Pablo II a lo largo de 21 años de pontificado.

Sólo ahora, cruzado el umbral del Tercer Milenio, cumplido el viaje a Jerusalén, mientras el cardenal proseguía su lectura en excelente portugués, Juan Pablo II mantenía un silencio y un recogimiento intensos, mirando de vez en cuando hacia la dulce imagen blanca de la Señora colocada sobre un trono de claveles también blancos.

El Sumo Pontífice, dijo el Cardenal Sodano, me ha encargado daros una noticia. El objetivo de su venida a Fátima ha sido la beatificación de los dos pastorcillos. Sin embargo, quiere atribuir también a esta peregrinación suya, el valor de un renovado gesto de gratitud hacia la Virgen por la protección que le ha dispensado durante estos años de pontificado. Es una protección que parece que guarde relación también con la llamada "tercera parte" del secreto de Fátima.

ECOS DE FÁTIMA 17

LA BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS Y LA REVELACIÓN DEL TERCER SECRETO



¿Cómo es Dios? No se puede explicar", decía el Beato Francisco. Dios es una luz que arde pero no quema. Esta es la sensación que tuvo Moisés cuando vio la zarza que ardía sin consumirse. «Por designio divino -afirmó el Papa- vino del Cielo a esta tierra, en busca de los pequeñuelos privilegiados del Padre, "una Mujer vestida de sol". Les habla con corazón de madre, les invita a ofrecerse como víctimas de reparación y se ofrece Ella misma para llevarlos ante Dios. Fue entonces cuando de sus manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, haciéndoles sentirse inmersos en Dios». Juan Pablo II recordó que «Francisco exclamaba: "Nosotros ardíamos en aquella luz. Tres niños que no sabían leer ni escribir dieron testimonio de su fe arriesgando sus vidas. Se trata de la beatificación de los más jóvenes cristianos de la historia de la Iglesia, exceptuando a algunos mártires.

Desde que el 13 de mayo de 1917 la Virgen se apareciera a los tres niños que cuidaban el ganado en las montañas, las apariciones, que se reiteraron los siguientes días 13 hasta octubre, han convertido a Fátima en uno de los primeros santuarios marianos del mundo, en el que se suceden las manifestaciones de fe y la solicitud de curaciones y milagros. Fátima es un testimonio de fe, que nos recuerda que el sentimiento de lo sagrado y la auténtica religiosidad rebasan los estrechos límites de nuestra menguada racionalidad. La atracción que Fátima ha ejercido sobre todo el ancho ámbito de la Cristiandad se ha visto acrecentada por la existencia de los tres secretos de los que fue depositaria la única superviviente de las apariciones, Sor Lucía.

El primero anunciaba el final de la Primera Gran Guerra y el estallido de una segunda aún más atroz. El segundo presagiaba la caída del comunismo en Rusia y la conversión de la gran nación que tanto habla contribuido a la difusión del ateísmo. Quedaba el tercer secreto en secreto. El cardenal Sodano leyó un texto en el que anunciaba su próxima revelación y desvelaba que se refiere a la lucha de los sistemas ateos contra el cristianismo y al sufrimiento de los testigos de la fe en el siglo XX. Concretamente, contiene también una referencia al atentado sufrido por el Papa y del que, según el testimonio de los videntes, celosamente guardado durante décadas, sería librado por la intercesión de la Virgen. El texto de esta tercera parte será publicado próximamente por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

No resulta extraña la devoción a Fátima de Juan-Pablo II. Ni tampoco su paciencia y prudencia en guardar el secreto durante tantos años. El Pontífice ha sido testigo y protagonista de la triple revelación de María a los pastorcitos. El ha vivido los horrores del nazismo y de la gran guerra europea en su Polonia natal. Más tarde, ya desde el ejercicio del Pontificado, contribuyó decisivamente al derrumbamiento del comunismo soviético. Además, la tercera parte del secreto le concernía personalmente. Fátima confirma que las más profundas verdades de la fe son mejor reveladas y más accesibles a los niños y a quiénes se hacen semejantes a ellos. La más profunda verdad religiosa es asequible al más inocente y sencillo de los entendimientos. Hay más verdad religiosa en la bondad del corazón humano que en las profundidades de la sabiduría teológica.

La ceremonia religiosa sirvió además para disipar los rumores sobre la salud del Papa y una posible renuncia al Pontificado. Juan Pablo II exhibió una extraordinaria vitalidad para su edad y, sobre todo, una inmensa y profunda alegría. Aunque no ha llegado la hora del balance final, todo el que contemple el impresionante legado de su Pontificado desde la correcta perspectiva, no puede dejar de reconocer que se trata de uno de los Papas más trascendentales en la historia de la Iglesia. Después de la bellísima ceremonia de la beatificación, el «Papa de las sorpresas» añadió la revelación del tercer secreto de Fátima que le concernía personalmente. El «Obispo vestido de blanco» en la visión del 13 de julio de 1917, que caminaba hacia la Cruz entre los cadáveres de los mártires, y caía como muerto bajo los disparos de un arma de fuego es el propio Juan Pablo II. Comprendemos ahora mejor que el domingo anterior quisiera rendir homenaje ecuménico en el Coliseo, a todos los mártires del siglo XX. El entre todos y delante de todos.

Al cabo de veintiún años de su pontificado, Juan Pablo II ofreció a la Virgen de Fátima el anillo que le regaló el cardenal Wyszynski cuando fue elegido Papa, y juzgó llegada la hora de revelar el secreto en el mismo lugar donde la Virgen lo confió a los tres pastorcillos, acompañado por Sor Lucía, la mayor de los videntes, a la que prodigó muestras de afecto antes y después de la ceremonia. El Santo Padre concluyó el acto dando la bendición a los enfermos y a los peregrinos con el Santísimo Sacramento.

Y cuando todos esperaban que se retirase al interior de la basílica para visitar las tumbas de los dos nuevos beatos, el Papa volvió a sentarse en la sede y el cardenal Secretario de Estado se dirigió al micrófono. El Cardenal Sodano felicitó a Juan Pablo II con motivo de su ochenta cumpleaños, que celebrará el día 18 con miles de sacerdotes reunidos en Roma para el Jubileo de los Presbíteros. Pero lo que parecía un breve mensaje de felicitación y despedida, se convirtió en algo mucho más sorprendente cuando el cardenal señaló que el agradecimiento del Papa a la Virgen de Fátima por su protección a lo largo del pontificado está relacionada con el tercer secreto, escrito por Sor Lucía.

«Este es una visión profética comparable a las de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condensa sobre un mismo fondo, hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas, dijo el Cardenal».

El paralelismo entre Fátima y la Biblia, después de una ceremonia en la que se habían leído fragmentos acerca del dragón contra la mujer «vestida de Sol» y adornada por «una corona de doce estrellas», sumió a la multitud en un silencio atónito. El cardenal secretario de Estado reveló que «la visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo. Es un interminable Vía Crucis dirigido por los Papas del siglo XX.

La visión fue un secreto que los dos pastorcillos más jóvenes, beatificados ayer, se llevaron fielmente a la tumba, y que su prima Lucía dos Santos conservó sola durante largos años hasta que, a finales de 1943, el obispo de Leiria, José Alves Correia da Silva, quien había logrado ya la revelación de los dos primeros secretos en 1941, la visitó en el convento de las Doroteas de Tuy donde la vidente padecía una grave pleuresía con peligro de muerte y consiguió que lo escribiera en un papel.

ECOS DE FÁTIMA 16


REVELACIÓN DEL TERCER SECRETO


El secretario de Estado Vaticano desveló ante el mundo, por encargo del Papa, que en 1917, la Virgen profetizó ante los niños que «un obispo vestido de blanco caerá por tierra como muerto bajo los tiros de un arma de fuego». Cuando se produjo el atentado, Juan Pablo II ya conocía este tercer secreto, pues se lo había revelado Lucía, la única superviviente de las apariciones, lo que explica sus tres peregrinaciones a Fátima con el fin de agradecérselo y que la bala encontrada en su vientre, esté en la corona de la imagen de la Virgen. «Una mano disparó, Otra guió el proyectil.» Para el Papa, la mano de la Virgen le salvó la vida aquel día de primavera. El 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II dijo que había ido «para agradecer a Santa María que me haya conservado la vida».

Fátima está vinculada no sólo al atentado, sino a la historia de la Iglesia y del mundo en este siglo. En este lugar portugués, convertido en uno de los puntos de mayor devoción popular del mundo católico, en 1917, la Virgen realizó signos excepcionales y confió un mensaje a los pastorcillos. En el mismo año de la Revolución bolchevique, María anunciaba persecuciones y, al fin, la conversión de Rusia. Juan Pablo II, que en una encíclica ha dedicado un capítulo dedicado a Fátima para celebrar el cumplimiento de la profecía que vaticinaba la resurrección de la Iglesia del Silencio.

En una visión cristiana de la historia, todo esto, ahora, puede ser tremendamente sugestivo: es la Providencia la que, en la época más secularizada de la historia cristiana, está dirigiendo en otra dirección el imperio del ateísmo, aunque es un cambio todavía trabajoso, a menudo lleno de sufrimiento». Domenico del Río, uno de los mejores comentaristas italianos de temas vaticanos, ha escrito: «Es posible que Wojtyla, en su viaje a Fátima, piense en el cumplimiento de la profecía de Maximiliano Kolbe: Un día veréis la imagen de la Inmaculada sobre el pináculo más alto del Kremlin. Pero para esto ha sido necesario mucho dolor, mucho sufrimiento.

En una de sus poesías, Juan Pablo II, pone en boca de San Estanislao a un rey de Polonia: «Mi palabra no te ha convertido, mi sangre te convertirá". En la visión universal de su propia misión, el Papa une su experiencia de sufrimiento a una dimensión mundial. En este pontificado, se pueden ver dos momentos. El primero es el del profeta que grita al mundo, agita el evangelio por encima de las masas, quiere remover la tierra para acercarla a Dios. Ahora, su voz no se alza ya con tanta sonoridad, en sus discursos ha abandonado el grito. Las condenas siguen siendo duras contra los ídolos del mundo, contra las injusticias, contra la guerra. Pero se ha atenuado la vehemencia física. Juan PabIo II quiere siempre convertir al mundo, pero, como su San Estanislao, confía más en en el sufrimiento que en la palabra. La sangre, piensa el Papa, contiene más capacidad de redención.

ECOS DE FÁTIMA 15

EL GRAN DRAGÓN EN LUCHA CONTRA LA MUJER


"Apareció en el cielo una magnífica señal: una mujer envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo, que se quedó delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera" (Ap. 12,1)

Leyendo el capítulo 17 del Apocalipsis, encontramos la clave y el paralelismo de las visiones de Fátima y de su mensaje: Allí hay un dragón vestido lujosamente, que pretende devorar al niño cuando nazca, y una mujer vestida de sol; aquí el Kremlin, una nomenclatura derrochadora y una tiranía basada en el ateismo militante, ensoberbecido y ambicioso de invasión universal, y de exterminio feroz de seres humanos. Allí cae el dragón, que es Nerón en Babilonia, Roma, la ciudad de los siete montes: Palatino, Capitolio, Aventino, Celio, Esquilino, Viminal y Quirinal. Y cuando fue elegido como Obispo de Roma, Karol Wojtyla dijo Berlinguer, jefe del PCI italiano: "La que se nos viene encima". "Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de Reyes". Aquí, al final mi Corazón Inmaculado triunfará".

A sólo unos metros del lugar donde se les apareció la Virgen en 1917, Francisco y Jacinta Marto, fueron beatificados el 13 de mayo de 2000 por Juan Pablo II, quien los propuso como ejemplo de santidad para niños y adultos. Sentada en un segundo plano, la tercera vidente, Sor Lucia dos Santos, tuvo la alegría de ver la confirmación solemne de lo que «la Señora» les había anunciado.

Bajo un bellísimo sol primaveral, un millón de peregrinos asistieron a la emocionante ceremonia en. la que Juan Pablo II citó una curiosa alabanza de Jesús: «Yo te bendigo, Padre, porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y las revelaste a los pequeños». Fue exactamente lo que sucedió en Fátima en 1917, para sorpresa de los pastorcillos, de las autoridades eclesiásticas y del mundo entero.

EL VALOR DEL SUFRIMIENTO

Después de la rotura de la cabeza del fémur, dijo Juan Pablo II: "Con estas pequeñas cruces también se gobierna la Iglesia". Diez años después del atentado de la plaza de San Pedro, Juan Pablo II volvió a Fátima, no sólo a agradecer a la Virgen que le salvase de la muerte, sino a celebrar el cumplimiento de las profecías marianas y la resurrección del cristianismo en el Este europeo.

ECOS DE FÁTIMA 14

CONSAGRACIÓN A SU INMACULADO CORAZÓN

Una parte del mensaje de Fátima era el deseo de la Virgen de que se consagrara el mundo a su Inmaculado Corazón. ¿Dónde iba a estar más seguro el mundo? ¿Dónde vamos a estar nosotros mejor defendidos y amparados? Esta Consagración “significa acercarnos, por intercesión de la Madre, a la misma fuente de la Vida, que brotó en el Gólgota. Este manantial corre ininterrumpidamente, brotando de él la Redención y la gracia. Se realiza continuamente en él la reparación por los pecados del mundo. Este manantial es fuente incesante de vida nueva y de santidad”. (JUAN PABLO II, Homilía en Fátima)

Pío XII (cuya consagración episcopal había sido precisamente el 13 de mayo de 1917, el día de la primera aparición) consagró al Inmaculado Corazón de María el género humano y, especialmente, los pueblos de Rusia. (31-X-1942)

Juan Pablo II ha querido renovarla, y a ella nos podemos unir nosotros: “¡Oh Madre de los hombres y de los pueblos, tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, como movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón, y abraza con el amor de la Madre y de la Sierva este nuestro mundo, que ponemos bajo tu confianza y te consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De manera especial ponemos bajo tu confianza y te consagramos aquellos hombres y naciones que necesitan especialmente esta consagración. ¡Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios! ¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades! ¡No deseches! ¡Acoge nuestra humilde confianza y entrega!”. (JUAN PABLO II, Consagración a la Virgen de Fátima, 13-V-1982)

Nuestra Madre, siempre atenta a lo que le pedimos, nos dejará que encontremos refugio y amparo en su Purísimo Corazón.

ECOS DE FÁTIMA 13

LA ACTITUD PENITENCIAL


Consultando el diccionario de Teología de Bouyer (Ed. Herder), la palabra “PENITENCIA” significa la conversión del pecador, y designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a reparar el pecado cometido.

La primera muestra de esta virtud se manifiesta en el amor a la Confesión frecuente de nuestras culpas actuales y pasadas, que nos lleva a desearla, a cuidarla con esmero, con contrición verdadera, y a llevar a cabo un eficaz apostolado entre nuestros parientes y amigos para acercarles a este sacramento de la misericordia y de la alegría.

La virtud de la penitencia ha de estar presente, de alguna manera, en las acciones corrientes de todos los días: en el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.

La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío.

Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias -los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo- así lo requieran.

La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos.

Penitencia es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.

“El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea Él quien añada los rasgos y colores que más le plazcan!”. (ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 138) ¡Qué obra maestra aparece entonces!

ECOS DE FÁTIMA 12


LLAMADA A LA PENITENCIA

El mensaje de Fátima es, en su núcleo fundamental, una llamada a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio. La Señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los signos de los tiempos, los signos de nuestro tiempo.

“La llamada a la penitencia es una llamada maternal; y, a la vez, es enérgica y hecha con decisión” (JUAN PABLO II, Homilía en Fátima, 13-V-1982)

Hoy, en nuestra oración, nos llega esta voz a la vez dulce y fuerte de la Virgen, que apremia, como dirigida personalmente a cada uno de nosotros.

A lo largo de todo el Evangelio resuenan las palabras “arrepentíos” y “haced penitencia”. Jesús comenzará su misión pidiendo penitencia: “haced penitencia, porque está cerca el Reino de los Cielos”.

La Virgen nos recuerda que sin penitencia no se recibe el Reino de su Hijo; sin penitencia se está en el reino del pecado. Sin penitencia, todos igualmente pereceréis, había anunciado el Señor. Por eso, en el mensaje que difunden los Apóstoles, recién nacida la Iglesia, la predicación de esta virtud ocupará un lugar esencial.

Todo el tiempo de la Iglesia peregrina, en el que nos encontramos, aparece como “spatium verae poenitentiae”, un tiempo de verdadera penitencia concedido por el Señor para que nadie perezca.

Es necesaria la penitencia porque existe el pecado y nosotros no somos ajenos a él, porque es necesario reparar por tantas faltas y debilidades propias y de nuestros hermanos los hombres, y porque nadie, sin un privilegio especial y extraordinario, está confirmado en gracia. “La finalidad última de la penitencia -enseña el Papa Juan Pablo II- consiste en lograr que amemos intensamente a Dios y nos consagremos a Él”. (JUAN PABLO II, Homilía en Fátima)

El Santo Cura de Ars solía afirmar que “nos es tan necesaria para el alma como el respirar para la vida del cuerpo”. (Sermones sobre la penitencia)

ECOS DE FÁTIMA 11

EL MENSAJE DE FÁTIMA

El Papa Juan Pablo II, recordando su peregrinación a Fátima, donde acudió “con el Rosario en la mano, el nombre de María en los labios y el canto de la misericordia en el corazón”, para dar gracias a Nuestra Señora por haber salido con vida del atentado sufrido el año anterior, señalaba que “las apariciones de Fátima, comprobadas por signos extraordinarios, en 1917, forman como un punto de referencia y de irradiación para nuestro siglo.

María, Nuestra Madre celestial, vino para sacudir las conciencias, para iluminar el auténtico significado de la vida, para estimular a la conversión del pecado y al fervor espiritual, para inflamar las almas de amor a Dios y de caridad hacia el prójimo. María vino a socorrernos, porque muchos, por desgracia, no quieren acoger la invitación del Hijo de Dios para volver a la casa del Padre.

“Desde su santuario de Fátima, María renueva todavía hoy su materna y apremiante petición: la conversión a la Verdad y a la Gracia; la vida de los sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía, y la devoción a su Corazón Inmaculado, acompañado por el espíritu de penitencia”. (JUAN PABLO II, Ángelus, 26-VII-1987)

Hoy podemos preguntarnos cómo va nuestra correspondencia a las frecuentes inspiraciones del Espíritu Santo para que purifiquemos el alma, especialmente en la Confesión sacramental, cómo reparamos por los pecados personales pasados y por los de todos los hombres, cómo rezamos el Santo Rosario, poniendo “intenciones ambiciosas”, pidiendo que muchos amigos y compañeros se acerquen de nuevo a Cristo, recorriendo con humildad el camino de vuelta del hijo pródigo.

ECOS DE FÁTIMA 10

6ª APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA



(13 octubre 1917 – Cova de Iría)



El 13 de octubre, tuvo lugar el llamado prodigio del sol. Decenas de miles de personas, presentes en Cova de Iría, fueron testigos de este hecho extraordinario; incluso fue visto por quienes estaban a muchos kilómetros del lugar de las apariciones. A Lucía le acompañaba su madre pensando que será el ultimo día de su vida.

Se vieron durante el mismo tres cuadros representados en el cielo que aludían por orden a los misterios gozosos, dolorosos y por último a los gloriosos.

Nuestra Señora declaró entonces a los niños, según les había prometido a petición de Lucía en la primera aparición de Cova de Iría en mayo, “quién era y lo que quería” : “Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra ; que soy la Señora del Rosario ; que continúen rezando el Rosario todos los días.”

Lucía, al ser la última aparición, tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a algunos enfermos, si convertía a algunos pecadores; etc... a lo que la Virgen le contesta lo mismo que en septiembre : “Unos, sí ; a otros no. Es preciso que se enmienden ; que pidan perdón por sus pecados”

Poco después su semblante cambia a una mirada muy triste, como nunca la habían visto, y les pide : “Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está demasiado ofendido”.

Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el Sol. Y, mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el Sol...

ECOS DE FÁTIMA 09



5ª APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA


(13 septiembre 1917, Cova de Iría)




Cuenta Lucía : “Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad. Y algunos gritaban desde lo alto de las árboles y paredes, donde se subían con el fin de vernos pasar. Diciendo a unos que sí, y dando la mano a otros para ayudarles a levantarse del polvo de la tierra, ahí íbamos andando gracias a algunos caballeros que nos iban abriendo el paso por entre la multitud. Cuando ahora leo en el Nuevo Testamento esas escenas tan encantadoras del paso del Señor por Palestina, recuerdo éstas que, tan niña todavía el Señor me hizo presenciar en esos pobres caminos y carreteras de Aljustrel a Fátima y a Cova de Iría. Y doy gracias a Dios, ofreciéndole la fe de nuestro buen pueblo portugués. Y pienso: si esta gente se humilla así delante de tres pobres niños, sólo porque a ellos les es concedida misericordiosamente la gracia de hablar con la Madre de Dios, ¿qué no harían si viesen delante de si al propio Jesucristo?”

La Virgen, que según dice Sta. Teresita “es más Madre que Reina”, les persuade a los niños de que el valor de su sacrificio debe ser también como Dios quiere : “Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda”. Admira y sobrecoge a la vez la actitud de estos niños que sin imponerles ni siquiera sugerirles las formas con las que mortificarse y hacer penitencia, ellos mismos se procuraban los medios sin que nadie pudiese sospechar lo que estaban haciendo. En estos fenómenos nada “comunes” uno cae en la cuenta de que hasta la mortificación es una Gracia recibida previamente de Dios, pues nada se le puede ofrecer, como decía en comentarios anteriores, que antes no haya sido dado por Él.

Cuando solicitan curaciones a la Señora, Ella les responde : “Sí, a algunos los curaré; a otros no”. Les dice esto como el Señor, porque era más necesaria antes que la curación física la curación espiritual. Por eso la Madre de Dios les sigue pidiendo que persuadan a la gente de la necesidad de arrepentimiento, penitencia y conversión, y del medio para alcanzarlo más fácilmente : el rezo constante del Rosario diario.