Ofrecimiento de flores espirituales ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en los principales misterios de la vida de María ♦♦♦♦♦♦ Recordar las apariciones de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Meditar en los cuatro dogmas sobre la Virgen María (Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Perpetua virginidad y Asunción al Cielo) ♦♦♦♦♦♦ Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres ♦♦♦♦♦♦ Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen ♦♦♦♦♦♦ Vivir una devoción real y verdadera a María (Mirar a María como a una madre, demostrarle nuestro cariño, confiar plenamente en Ella, imitar sus virtudes) ♦♦♦♦♦♦ Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María ♦♦♦♦♦♦ Cantar las canciones dedicadas a María

María, Reina y Madre de Misericordia

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"María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). Él ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar Misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la Misericordia mayor radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como "el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: su Misericordia para nosotros es redención.
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Esta Misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104, 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la Misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no volver a pecar. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
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María es también Madre de Misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies de la cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al Padre el perdón para los que no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34), María, con perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros. Se convierte en la Madre que nos alcanza la Misericordia divina.
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María comparte nuestra condición humana, pero con total transparencia a la gracia de Dios. No habiendo conocido el pecado, está en condiciones de compadecerse de toda debilidad. Comprende al hombre pecador y lo ama con amor de Madre. Precisamente por esto se pone de parte de la verdad y comparte el peso de la Iglesia en el recordar constantemente a todos las exigencias morales. Por el mismo motivo, no acepta que el hombre pecador sea engañado por quien pretende amarlo justificando su pecado, pues sabe que, de este modo, se vaciaría de contenido el sacrificio de Cristo, su Hijo. Ninguna absolución, incluso la ofrecida por complacientes doctrinas filosóficas o teológicas, puede hacer verdaderamente feliz al hombre: sólo la Cruz y la Gloria de Cristo resucitado pueden dar paz a su conciencia y salvación a su vida.
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María, Madre de Misericordia, cuida de todos para que no se haga inútil la Cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y crezca en la esperanza en Dios, "rico en Misericordia" (Ef 2,4), para que haga libremente las buenas obras que Él le asignó (cf. Ef 2,10) y, de esta manera, toda su vida sea "un himno a su gloria" (Ef 1,12). "
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(Cf. VS)

María, Señora de la Pascua

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.Señora de la Pascua:
.Señora de la Cruz y la Esperanza.
.Señora del Viernes y del Domingo,
.Señora de la noche y la mañana
.Señora de todas las partidas,
.porque eres la Señora, escúchanos:
.Hoy queremos decirte: “muchas gracias”.
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.Muchas gracias, Señora, por tu Fiat:
.por tu completa disponibilidad de “Esclava”.
.Por tu pobreza y tu silencio.
.Por el gozo de tus siete espadas.
.Por el dolor de todas tus partidas
.que fueron dando la paz a tantas almas.
.Por haberte quedado con nosotros
.a pesar del tiempo y las distancias
..Tú conoces el dolor de la partida
.porque tu vida fue siempre despedida.
.Por eso fuiste y fue fecunda tu vida.

.Señora del Silencio y de la Cruz.
.Señora del Amor y de la Entrega.
.Señora de la Palabra recibida
.y de la palabra empeñada,
.Señora de la Paz y la Esperanza.
.Señora de todos los que parten,
.porque eres la Señora
.del camino y de la Pascua.
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Señora de la Pascua:
.en las dos puntas de nuestro camino,
.tus dos palabras: fíat y magnificat.
.Que aprendamos que la vida es siempre
.un “sí” y un “muchas gracias”..Amén.

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. ."Invoquemos la plenitud de los dones pascuales por intercesión de María que, tras haber compartido los sufrimientos de la Pasión y crucifixión de su Hijo inocente, ha experimentado también la alegría inefable de su resurrección. Que, al estar asociada a la gloria de Cristo, sea Ella quien nos proteja y nos guíe por el camino de la solidaridad fraterna y de la paz.".

Mensaje de Pascua´2008 de S.S. Benedicto XVI

Stabat Mater... María junto a la Cruz

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Gracias, Madre, por tu firmeza al pie de la Cruz viendo a tu Hijo sufrir y morir de esa manera… aceptando, abrazando, cargando y muriendo en mi cruz. Tu Corazón de Madre no terminaba de comprender que entregar su vida merecía la pena sólo por mí, todo por mi amor.
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Gracias por renovar tu fiat nuevamente allí; por tu contemplación, en el silencio de tu Corazón, de la irracionalidad de mi pecado que le está llevando a esa locura de Amor : Tantas debilidades en mi vida cristiana; tantas negaciones como las de Pedro; tantas veces como le vendo con mis silencios, comodidades, vergüenzas o falsos temores; tantas falsas seguridades que me hacen preferir la Cruz más como adorno que como estilo de vida…tantas, tantas, tantas faltas de amor….
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Gracias, Madre, porque tu fidelidad a la voluntad de Dios, manifestada en tu Hijo Jesucristo, es la razón más sólida para mi esperanza, la fuerza más plena para creer en el Amor, que supera la vida porque es Amor hecho Vida.
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Tu Corazón es el manantial continuo y perfecto de la Reparación ante tanta falta de amor hacia Aquel que me sigue susurrando desde la Cruz : “tengo sed”. Que tu Inmaculado Corazón de Madre me lleve hasta su Corazón.
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¡¡ Enséñame Madre cómo se ama al Amor !!

"Y a Ti, una espada te traspasará el alma" (Lc 2,34)

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Me preguntaba al meditar sobre este pasaje cómo María recibiría esta noticia... y recordaba las palabras al Ángel en la Anunciación... “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Su fiat…, encontré la respuesta en esa aceptación total porque Ella sabía, como toda Madre, que con Jesús su vida estaba unida a todos las circunstancias que vivirían juntos y entre éstas estaban las espadas de dolor..

¡Qué misteriosas palabras las de aquel anciano!... Las palabras pueden tener o no tener ningún valor, dependiendo de quién procedan. Si vienen de hombres y mujeres de Dios, de la “gente de esperanza”, de la gente que ha sabido aprovechar su vida y su experiencia…, entonces su valor es incalculable. ¡Dios puede estar detrás de lo que nos están diciendo!.

María puede descubrir en ese momento que su vida no va a ser fácil, que va a quedar unida a la suerte de su Hijo. Que el Hijo que lleva a presentar al templo será motivo de discordia, signo de contradicción. Que, a pesar de venir de Dios, no todos le van a reconocer ni todos le van a acoger.

María ha podido descubrir en las palabras de Simeón que el sufrimiento no va a estar ausente en la vida de ambos. Dios le ha llenado de su alegría y de su gracia pero no le va a evitar la capacidad para sufrir..

¿ Qué espada podemos quitar o evitar al Corazón de María ? . . .

- Te pedimos Señor que al recordar los dolores de la Virgen María completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la Pasión de Jesucristo.